Luis Alberto de Cuenca (1950), filólogo, ensayista, traductor de lenguas clásicas y modernas, destacado poeta reconocido por la crítica literaria, logra con éxito una poesía transculturalista que seduce a lectores de ayer y de hoy.
Fue Director de la Biblioteca Nacional (1995-1999) y Secretario de Estado de Cultura (1999-2003), y desde hace un año es Miembro de la Real Academia de la Historia.
Incansable lector y escritor, rendido admirador de los clásicos sin desdeñar un ápice lo moderno y contemporáneo, sus conversaciones siempre se ven salpicadas con citas y comentarios de una erudición fuera de lo común.
Culto, atractivo, divertido, su conversación no deja indiferente a nadie.
Luis Alberto de Cuenca. Fotografía de José del Río.
– Borges dijo: “Uno no es lo que es por lo que escribe sino por lo que ha leído”. ¿Cuáles son los escritores que más lo han influenciado a la hora de escribir?
Son tantos “como las arenas del desierto de Libia junto a Cirene, rica en laserpicio”, por citar a Catulo. Vamos a quedarnos hoy con la «Antología Palatina», con los elegíacos romanos, los trovadores provenzales, Lope de Vega, Borges y Pedro Gimferrer. Mañana quién sabe lo que diría.
– ¿Cómo surge el poema? ¿Caminando por la calle o sentado en su despacho?
En cualquier parte. Haciendo cualquier cosa. Ser poeta es una forma de mirar el mundo. De esa mirada surge, cuando le apetece, el poema.
– Se declara entusiasta de las novelas de terror y de fantasía. ¿Qué novela actual de este género ha leído últimamente que le haya gustado?
No leo novela actual de terror o fantasía. Prefiero releer a los clásicos. «Drácula» (1897), de Bram Stoker, me parece una de las mejores novelas no sólo de su género, sino de las letras universales.
– Siempre se ha sentido tan atraído por la cultura clásica y por la gran cultura como por la popular y de masas. La próxima aparición del disco de Loquillo “Su nombre era el de todas las mujeres”, en el que interpreta poemas suyos, ¿sería un ejemplo de la mezcla de culturas que usted propicia? ¿Podría contarnos cómo se ha producido esta unión? ¿Cuál es la diferencia con la letra de “Caperucita Feroz”, que usted escribió para la Orquesta Mondragón en los 80?
La unión con Loquillo ha sido un milagro, similar al que la naturaleza hizo con la simbiosis de la actinia y el cangrejo ermitaño (no sabría decir cuál de esos dos animalitos es Loquillo y cuál yo). Nos entendemos perfectamente, tenemos gustos muy cercanos, etc. El resultado ha sido ese formidable CD, «Su nombre era el de todas las mujeres», que alberga varios poemas míos. En el caso de “Caperucita Feroz” el compositor no trabajaba con poemas de mi autoría, sino que era yo quien le ponía letra a una maqueta musical previa. Fue un éxito de ventas colosal. Espero que ocurra lo mismo ahora con el disco del Loco sobre mis versos.
– También se declara un entusiasta de los cómics, especialmente de los de los años 30 y 40, siendo Tintín uno de sus favoritos. ¿Qué es lo que le atrae de ese personaje o personajes que lo acompañan?
La enorme calidad de sus dibujos. La genialidad sin parangón de Hergé, su creador. La “línea clara” que configura su grafismo. Pero, junto al cómic belga «Tintín», adoro la historieta norteamericana de esas décadas. Las «daily strips» y los «sundays» de las grandes series de aventuras de los 30 y de los 40 del siglo pasado.
– En algún lugar dice que se considera un “friki” desde pequeño. ¿Es por su inclinación e interés por la fantasía, extravagancia, por los cómics, o porque se considera un fuera de serie?
No, no me considero un fuera de serie en absoluto. Soy «friki« en la medida en que me encanta el coleccionismo de cómics, la novela de género, el viejo cine en episodios, etc.
– Le gustan los monstruos y le aburren los personaje normales. ¿Cuáles son los monstruos más interesantes de hoy en día? ¿A qué monstruos invitaría a una fiesta?
Me gustan los monstruos de siempre. Invitaría a mi fiesta de cumpleaños a Drácula, al monstruo del Dr. Frankenstein, al Hombre Lobo, a la Momia, a gente así. Eso sí, incluiría a Hannibal Lecter, aunque sea más moderno que los anteriores, porque me cae muy bien.
– ¿Cómo ve el futuro del mundo editorial con el auge de las nuevas tecnologías?
En metamorfosis. Por el momento, sin embargo, el libro en papel y el «e-book« vivirán juntos y en buena armonía, no sé por cuánto tiempo.
– ¿Qué hecho importante en particular recuerda de su paso como Director de la Biblioteca Nacional?
La exposición que dediqué al centenario de la historieta en 1997. Ha sido la más visitada de cuantas ha organizado la Biblioteca Nacional a lo largo de su historia.
– Es conocido su interés por las nuevas generaciones de poetas y narradores. ¿A quiénes destacaría?
La literatura escrita en español, tanto en verso como en prosa, está en un momento inmejorable. Prefiero no citar nombres, porque temo olvidarme de alguno. La renovación generacional está garantizada.
– ¿Qué recomendaciones ofrecería a los que se inician en este camino?
Que leyeran a los clásicos. En ellos está la clave de todo.
– ¿Si tuviera una varita mágica, todo el poder y todo el dinero, que haría en el área de Cultura de España? ¿Qué propondría?
Cuidaría del inmenso patrimonio cultural español con el mimo, la dedicación y la intensidad que necesita.
– ¿En qué aventura literaria está sumergido actualmente?
En varias a la vez. Traduzco a Keats y a Marcel Schwob, escribo versos, edito críticamente a Eurípides, reúno mis trabajos periodísticos… La hiperactividad me domina.
– ¿Algún comentario o mensaje que quiera expresar?
No sé quién es su autor, pero recuerdo aquella frase: “La sabiduría no sólo se encuentra en los libros, sino también en el jarrón de flores que decora la alcoba de la mujer amada”. Me sigue gustando recordarla.
Alma Ramas López
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