Daniel Canogar (Madrid, 1964) es uno de los artistas más influyentes e internacionales de nuestro país. A pesar de comenzar su carrera especializado en el campo de la fotografía (New York University) pronto esta barrera será traspasada para introducirse de lleno en el mundo de los nuevos medios tecnológicos, trabajando dentro de la instalación, el video y la escultura.
Muchas de sus instalaciones pertenecen a las colecciones de museos e instituciones más importantes de todo el mundo. Entre sus proyectos más recientes destacan la exposición “Vórtices”, realizada para la Fundación Canal de Isabel II de Madrid, y la instalación “Synaptic Pasaje” para la exposición “Brain. The Inside Story» en el American Museum of Natural History de Nueva York.
Ha realizado diversos trabajos en espacios públicos, entre los que sobresale “Travesías”, creada para el atrio del Consejo de la Unión Europea en Bruselas con motivo de la presidencia española de la Unión Europea en el 2010, y ha sido invitado a mostrar su obra “Spin”, un homenaje al viejo DVD, en el Festival de Sundance.
Daniel Canogar. Imagen cortesía del artista.
La materia no se destruye, se transforma. ¿Tiene algo que ver este aserto con su obra?
Sí, creo que en mi trabajo se aprecia mucho el paso de lo matérico a lo intangible y viceversa, lo intangible a elementos más escultóricos. Mi obra siempre tiene un elemento muy físico y escultórico, para poder jugar con el espacio. Existe también otra parte de proyección, esta es más fantasmagórica, más efímera. En este sentido, siempre me interesa la relación entre lo uno y lo otro y la transformación que ocurre entre medias. Creo que está muy presente en mi trabajo.
El progreso tecnológico y el consumismo avanzan. ¿No hay vuelta atrás?
La vuelta atrás no la vamos a tomar los humanos voluntariamente, seguramente sí la habrá, pero esta será por fuerzas mayores a las nuestras, que nos obliguen a ello. Cada vez soy más escéptico de la capacidad del ser humano de tomar una decisión colectiva que pueda cambiar el curso de las cosas relacionado con la carrera tecnológica.
Platón decía que lo importante es la idea y Aristóteles que la obra de arte puede cabalgar independiente de determinados conceptos. ¿Por dónde se mueve usted?
Yo diría que entre medias. La idea, evidentemente para mí, siempre es la semilla, el germen que pone las cosas en marcha, pero también es importante la realización física, el placer del objeto, el placer de ver algo mágico, imposible incluso podríamos decir, a veces realizado y ejecutado en nuestro espacio cotidiano, esa especie de trasvacío entre una idea que aparentemente era imposible, de repente verla realizada y ejecutada delante de ti. Es un paso muy emocionante, este te permite y te invita a soñar, no solo hablo de mis obras, sino del arte en general. En este sentido sí que me encuentro entre medias, entre la idea y el placer de la obra por la obra misma, una obra bien hecha, realizada, ejecutada y equilibrada, hace que todos estos elementos se transformen en un tema químico, de atracción hacia esas obras.
¿La belleza es verdad?
No, la verdad creo que no. Creo que la belleza puede ser muchas cosas, tiendo a pensar en la belleza como algo conocido, si bien no por ello es verdadero lo conocido. La belleza es algo que utilizamos para acercarnos a la realidad, a una realidad que nos es difícil, nos da miedo, nos angustia, nos confunde. La belleza nos ayuda un poco a poder acercarnos a las cosas y verlas como algo atractivo, pero ello no significa que estemos viendo la verdad, porque la verdad a veces es insoportable.
¿El Photoshop mata la espontaneidad y la realidad?
Creo que una de las cosas fascinantes del Photoshop, a nivel de implicación, es poder eliminar el error, porque siempre puedes volver hacia atrás. Del error, del accidente, han salido unas de las invenciones más importantes de la historia del arte y de la historia de la humanidad. En este sentido hay un elemento muy interesante de cómo cambia la forma de trabajar, que de alguna manera mata la parte espontánea, pero también tienes otras maneras o formas de evitar esto. Si al final eres consciente de que un programa como Photoshop puede hacer esto, también podemos darle la vuelta a la tortilla y encontrar otros aspectos relevantes que sí ofrece el programa.
¿Qué reflexiones le ocupan actualmente en su trabajo?
Quizá todo lo referente a la memoria relacionado con la tecnología, y como esta se convierte en contenedores de nuestras memorias, de nuestras identidades en muchos casos, y sobre todo esa especie de frontera borrosa entre lo que es tecnológico y lo que es humano. Cada vez las tecnologías me parecen más humanas y cada vez los humanos somos más tecnológicos. Esta paradoja me interesa mucho.
¿Qué pulsiones le llevan al objetivo de un proyecto?
Hay impulsos muy prosaicos y muy concretos que no son nada artísticos, que no tienen nada que ver con el proceso artístico. Estos son las fechas de inauguración de una exposición, pues este es un impulso muy importante, obligándote a salir de las infinitas dudas, y no hay nada como una fecha para ponerse en marcha. Pero también, por otro lado, hay algo más profundo, ese hilo conductor que tenemos todos, de nuestra forma de ver la realidad, nuestra forma de construir nuestra realidad y nuestro espacio, este hilo conductor que tiene que ver con un enigma, con una interrogación, que tiene que ver con intentar entendernos más a nosotros mismos, y eso es una pulsión que nos empuja a seguir investigando con la esperanza de que vamos a entender algo más de nosotros mismos. En la realización de ese trabajo descubriremos algo más sobre ese enigma que comentaba antes y que está presente dentro de nosotros. Al final nunca llegamos a descifrarlo totalmente, con lo cual no hacemos más que seguir manteniéndonos en esa investigación.
¿Busca que sus instalaciones sean espacios para ser habitados por el espectador?
El tipo de trabajo que yo realizo es el que más me gustaría ver cuando voy a ver exposiciones. Lo que hago de alguna manera es lo que echo en falta, una relación mucho más juguetona, menos cartesiana, menos cuadriculada con la realidad, menos ordenada. Me interesan obras de arte que nos conviertan un poco en niños, es decir, recuperar ese espíritu de juego, de exploración, de ver una realidad de una forma más fresca. Lo que yo quiero ofrecer a mi público es lo que yo busco como público en otras obras, esa búsqueda de transformar los espacios cotidianos y convertirlos en algo mágico, que nos transporte y nos haga imaginar la realidad de otra forma diferente. Pienso mucho en el público, pero cuando pienso en este, pienso en mí mismo como el primer público que se confronta a mi obra. Me interesa mucho que el público tenga una relación muy activa con la obra, que no se quede estático viéndola, que pueda recorrerla, que pueda estar rodeado de ella, que ocupe el espacio de la instalación. Todo esto es lo que más me apasiona.
A veces sus instalaciones parecen narraciones o crónicas de la sociedad en que vivimos con un lenguaje plástico. ¿Lo ve usted así?
Sí que las veo como narraciones, no sé si en el sentido en el que se plantea la pregunta, pero pienso mucho en narrativas, sobre todo en una exposición individual, desarrollando una idea a través de varias piezas. Me gusta pensar esas exposiciones como narrativas, pienso mucho qué es lo primero que va a ver el público, y cuando gire a la derecha lo siguiente con lo que se enfrentará y como esto le llevará a esa otra instalación mas allá. Lo veo como una película, una secuencia tras otra, y ello va armando una narrativa, con su ritmo, sus pausas. Es una referencia del cine que tenemos todos metidos dentro de nosotros mismos, hemos visto tanto cine que a mí me gusta llevar esta narrativa al terreno de las artes plásticas.
¿Cuál es la china de su zapato?
Los detalles. Como dice un refrán inglés, “el demonio está en los detalles”. Se me da muy bien arrancar los proyectos, pero me cuestan mucho los millones de detalles, los pequeños flecos que hay que cerrar para terminar una obra. Ese es mi talón de Aquiles, porque requiere mucha paciencia y yo ya estoy pensando en los siguientes proyectos. Sin embargo, cuando uno tiene la concentración para quedarse ahí y acabar con los pequeños detalles, que al final son muy importantes, te da doble satisfacción.
Alma Ramas López
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