La exposición “En el trayecto del sol. Modernidad y vanguardias en la pintura dominicana», de la colección del Museo Bellapart de la República Dominicana, presenta una visión de la pintura dominicana a través de un recorrido histórico y cronológico. Bajo la curaduría de Luisa Auffant se han seleccionado 30 obras que representan las tendencias más significativas del escenario artístico dominicano durante más de tres décadas. Esta exposición se presentará del 1 al 26 de febrero en el Hotel de Ville de Bruselas. Con el objetivo de mostrar al público de una manera clara y didáctica la trayectoria que ha seguido el arte dominicano, el recorrido se ha dividido en tres secciones: La Pintura Moderna, Los Exilados, Las Vanguardias.
Josep Gausachs, «Perfil de negrita en azul», Óleo sobre cartón, 1946
La Pintura Moderna
En el ámbito artístico dominicano la asunción de la modernidad en las artes visuales se produce de manera tardía en un proceso que transcurre a partir de la tercera década del siglo XX. Se distingue inicialmente por la adopción de los referentes postimpresionistas más que por la asimilación de los sucesivos lenguajes de las primeras vanguardias europeas.
Enfocaron el movimiento de ruptura a través de la representación pictórica de lo geográfico y sociocultural junto a los temas de la identidad y la afirmación de sus peculiaridades. Noveles pintores, situados en tres puntos diferentes del país, inician su labor de pioneros a través de los nuevos códigos formales que se establecían en la época. Nos referimos a Yoryi Morel (1906-1979), explorador en la luz del trópico, el color insular del paisaje, las costumbres y personajes populares; Darío Suro (1917-1998), indagador en la expresión de lo geográfico, la luz caribeña y el valor sincrético de lo cotidiano popular; y Jaime Colson (1901-1975) que completa el grupo de los primeros modernos.
Los Exiliados
Antonio Prats-Ventós, Sin título, Óleo sobre tela, 1950
A continuación se presentan las obras de los artistas europeos que llegaron al país huyendo de las guerras que azotaban Europa. Con estos artistas, en su gran mayoría españoles, se fundó la Escuela Nacional de Bellas Artes en 1942. En este primer centro oficial para la enseñanza de las Artes plásticas, los artistas recién llegados actuaron como docentes y paralelamente dsplegaron su faceta creativa y una pujante actividad expositiva. Dejaron huellas imperecederas en sus alumnos dominicanos a través de un gran rigor académico. A su vez, ellos descubrieron la luz del trópico, los verdes campos y el color de la raza dominicana, transmitiéndolos a sus entusiasmados alumnos con nuevas técnicas. Hoy no se puede hablar de una pintura dominicana sin reconocer la influencia enriquecedora de estos maestros europeos.
El país dominicano asistió a una “puesta al día” de lo que en materia de arte acontecía internacionalmente. Los artistas exiliados introdujeron a las primeras generaciones del naciente centro formativo en las tendencias innovadoras de los lenguajes artísticos y las corrientes vanguardistas en boga.
Eugenio Granell, “La gaita gallega evoca un espíritu del campo”, Óleo sobre tela, 1945
Esta selección de obras es una mirada a este período en que el arte dominicano se integró a los lenguajes y conceptos de la tradición académica española y de las vanguardias artísticas europeas de principios de siglo XX.
Este recorrido por la producción artística de los maestros españoles propicia nuevas lecturas y renovadas reflexiones en torno a la riqueza y diversidad de estilos, ideas, intenciones estéticas y visiones de mundo traídas por los exiliados a la República Dominicana.
Este fenómeno se experimentó en ambas direcciones, para surtir un proceso de hibridación verificable en las propuestas artísticas tanto de los españoles como de las primeras generaciones de artistas dominicanos de la Escuela Nacional de Bellas. Nombres como Gausachs, Vela Zanetti, Granell, Prats–Ventós y otros muchos protagonizaron una adición valiosa para el país de asilo.
José Vela Zanetti, «Vendedora de frutas», 1950, Óleo sobre cartón
Vanguardias
Después surgen nuevas formas de vanguardia de la mano de los discípulos de estos profesores europeos. Desde entonces el talento criollo encontró lo que necesitaba para expresarse y para percibirse a sí mismo. El expresionismo, el surrealismo y la abstracción, algo de la intensidad “fauve” del color, y la autorrevelación de su forma específica de la belleza, de la expresión, del grito, tuvieron como resultado el surgimiento de excepcionales talentos dominicanos.
Los creadores vanguardistas redescubren sus raíces, su geografía e identidad a través de su técnica, expresión y emoción particular, destacando, entre otros: Clara Ledesma (1924 -1999) y Gilberto Hernández Ortega (1924 -1978). Ellos se abocaron a profundizar en los contenidos del imaginario dominicano, deteniéndose en escenas profusas de colorido tropical y elementos sincréticos de la religiosidad popular vernácula.
La década de los 60 fue testigo de un arte activista, agitador, afiliado intrínsecamente a los movimientos sociales reivindicativos y patrióticos surgidos al calor de la Intervención Norteamericana (1965). Los artistas se unen para trabajar en común, orientando sus preferencias hacia lo figurativo expresionista, aunque lo abstracto encuentra adeptos importantes. Estas tendencias fluyen en las obras de Eligio Pichardo, José Ramírez Conde (1940-1987) y Cándido Bidó (1936), entre otros nombres representativos.
La exposición se ha realizado gracias a la gestión de la Embajada de la República Dominicana en Bélgica, auspiciada por el Ministerio de Turismo de la República Dominicana y el Ministerio de Cultura de la República Dominicana, con el patrocinio de Seguros Universal y Air France.
Fuente: Museo Bellapart / Luisa Auffant
Título de la exposición: “En el trayecto del sol”. Modernidad y vanguardias en la pintura dominicana»
Lugar: Hotel de Ville de Bruselas
Ciudad: Bruselas
País: Bélgica
Fechas: Del 1 al 26 de febrero de 2012
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