Algunos apuntes sobre nuevo pensamiento latinoamericano, por Eli Neira

Por Eli Neira

Conferencia  para  las Primeras Jornadas del Nuevo Pensamiento Latinoamericano Universidad de Santiago de Chile, Abril 2012 (Texto aumentado y corregido por la autora)

Imagen para catálogo de muestra sobre arte mujer y política a la que Eli Neira gentilmente fue invitada para luego ser gentilmente desinvitada. Serie «Muestra desinvitada» © Eli Neira

He anunciado mi participación en este seminario como “apuntes” sobre nuevo pensamiento latinoamericano y la he propuesto como un conversatorio más que como una conferencia ya que el tema obliga a replantearse no sólo los discursos sino también las formas en que legitimamos estos discursos, por ejemplo una correctamente bien escrita conferencia en un bonito auditórium universitario como éste.  Razón por la cual propongo un conversatorio digamos “especial”, elíptico si se quiere, donde podamos volver una y otra vez al mismo tema, con digresiones, olvidos, arbitrariedades, interrupciones, chistes fomes y otros que puedan ocurrir en el devenir del diálogo.

Porque lo primero es que si vamos a hablar de América Latina tenemos que hacerlo desde la oralidad y sus leyes. ¿De qué otra manera podríamos hacerlo en un país donde la educación es un bien de consumo reservado para una élite y en un continente donde históricamente se ha excluido a las grandes mayorías de los discursos “cultos” y “de la academia”?

Un continente además donde la herencia prehispánica que es la cuna y raíz de todo pensamiento latinoamericano, ha persistido, resistido y trascendido en el tiempo solapada justamente al interior del habla popular, en la oralidad, muy lejos de la academia. Ya que sepámoslo, es en el mundo popular donde nuestro ser latinoamericano reside por antonomasia, ya sea amalgamado, transformado, travestido, politraumatizado si se quiere, pero ahí hay que ir a buscarlo y no en los libros y mucho menos en una universidad europea o norteamericana por muy buena voluntad e interés en el tema que éstas tengan. Esa es al menos mi humilde opinión, sin intensión de ofender a nadie por supuesto.

De la misma manera, si vamos a hablar de América Latina tenemos que hacernos cargo de toda su historia, venas abiertas y anemia incluida, lo que bien sabemos es una tarea descomunal.

Ahora bien, como tenemos que empezar por alguna parte mi propuesta es empezar desde el único lugar desde el cual puedo hablar con propiedad y ese lugar es el cuerpo, mi cuerpo y su historia y como éste deviene finalmente (al menos en la opinión de los organizadores que son los responsables de que yo esté aquí ) en la construcción de una obra que busca,  un poco a ciegas, un poco a tontas y a locas, las pistas de este nuevo pensamiento latinoamericano, del cual poco sabemos pero mucho intuimos y que por cierto no tiene nada que ver con los Vargas Llosa y toda la manga de intelectuales de derecha que se han adjudicado el tema.

Básicamente, creo yo, el nuevo pensamiento latinoamericano es una pregunta por la identidad y como ésta, es una pregunta sin una respuesta definitiva, sino que se refiere a un proceso, del cual intentaré dar algunas señas.

¿Cómo llega uno a preguntarse por el  “nuevo pensamiento latinoamericano”? Sencillo, por una insufrible incomodidad vital. El ser latinoamericano, también llamado sujeto descentrado (en alguna parte leí que se nos llamaba así y me gustó), nace, justamente descentrado, en el sentido de que nace desplazado de los centros de poder (económicos y culturales); mestizo, en una tierra que aún conserva los valores y las prácticas de una sociedad colonial esclavista con claras divisiones entre dominador y dominado. Nace y crece en una sociedad colonial esclavista que sin embargo está obligada por protocolo a parecer que no lo es. Una sociedad que en virtud de la “democracia, la modernidad y los negocios” ha naturalizado el abuso y las formas de la dominación en el extenso ámbito de la realidad concreta y simbólica.

De esta manera el sujeto latinoamericano se busca inútilmente en un espejo roto que no le devuelve más que una orden imposible de cumplir: “Deber ser como no eres ni serás nunca, como nosotros los dominadores”. Basta mirar la publicidad en nuestras calles  para percatarse del abismo que existe entre la realidad y el modelo aspiracional que de manera totalitaria nos es impuesto desde todos los frentes y desde que nacemos hasta el final de nuestros días.

Este monopolio de la representación es celosamente salvaguardado por la totalidad de los agentes culturales y sociales, familia, escuela, universidad, medios de comunicación, iglesia y por supuesto el estado, sus instituciones  y sus fuerzas coercitivas, policías y militares, los que llegado el momento, lo sabemos, no dudarán en declarar la guerra y criminalizar de todas las maneras posibles a quien ose romper este orden.

Estas características del sujeto latinoamericano, tienen diferentes matices según las zonas geopolíticas dentro del extenso territorio al que llamamos Latinoamérica,  pero en general se conserva lo elemental, un profundo malestar producto de la imposición de una vida, una identidad, una economía, una fe  y un pensamiento que no nos pertenece y que es completamente ajeno a nuestra realidad, nuestra historia, nuestra genética, nuestro paisaje y nuestras circunstancias.

Es como tratar de caminar con esos jeans hechos a la medida de las gringas (o peor aun de las chinas), caderas angostas y piernas largas, cuando uno mide 1.53 cm de estatura y tiene lo que un gringo llamaría “Un tremendo culo”, producto de múltiples cruces de razas y de otros factores genético-ambientales.

Incomodidad similar a  tener el peak de actividades en pleno invierno cuando el ciclo natural vuelve a su punto 0, y todo en el ambiente, luz, temperatura, estado de ánimo, etc, llama a descansar y quedarse en la casa. Desfase que sucede en estas tierras gracias a que vivimos según la calendarización del hemisferio norte, el hemisferio dominante.

Ahora bien y en honor a la verdad hay que decir que lo más natural y conveniente para el sujeto latinoamericano por muy descentrado que se sienta, dado el estado de cosas, es aprender a vivir con este malestar y con el tiempo convertirse en una especie de  Frankenstein cultural, esquizofrénico pero adaptado y funcional, que es como vive la mayoría de la gente decente.

La otra opción es ir en busca de la epopeya identitaria, lo que sabemos no será fácil ni “barato”. La historia nos enseña lo que les sucede en esta tierra a los “disidentes” de cualquier tipo.

Pero veamos por un momento el proceso de este “sujeto descentrado” desde el principio.

Como no se puede caminar por la vida con zapatos prestados, en algún momento, el sujeto latinoamericano o sujeto descentrado comienza a detectar el motivo de su malestar, por perfectos y sofisticados que sean los sistemas  de dominación, la incomodidad, como las señas de las razas que nos componen, no se borra con cloro.

Lo primero que tiende a hacer este sujeto, desde ahora llamado “sujeto latinoamericano descentrado” luego de identificar lo que no le pertenece, es proceder a deshacerse de ello y es allí donde comienzan los primeros problemas. Bien porque sabemos que eso puede tomarnos toda una vida y también porque  es algo que no le gustará a muchos. Por otro lado, ¿cómo deshacernos de lo que nos ha sido incrustado a la fuerza  desde hace siglos en nuestra cabeza y en nuestro árbol genealógico sin sentir que perdemos una parte de nosotros mismos, de nuestra historia? Por último, ¿para qué hacerlo si eso nos acarreará un castigo social imposible de medir en sus alcances?

Sin embargo el proceso ya se ha iniciado. Se ha iniciado una transformación. Una vez que el sujeto latinoamericano descentrado ha logrado identificar (valga de la redundancia) su verdadera identidad, su Sat Nat como se diría en kundalini (por lo tanto puede ahora reconocer y reaccionar ante el abuso), se enfrenta a su entorno transformado en una suerte de monstruo.

Es el cuco, el enemigo interno, el hippie de mierda de la casa, el punki culiao, el borracho con caca en el poto, la peste, el terrorista y el subversivo. En definitiva, la viva encarnación de todo lo que debemos eliminar para ser un país desarrollado, una familia feliz, un barrio tranquilo, una empresa eficiente y cae uno sin querer  en un problema político de magnitud.  Porque la identidad, créame, es un asunto sumamente político.

Luego está la violencia. Cuando la identidad se manifiesta en el sujeto latinoamericano descentrado, por su puesto revolucionando el pensamiento y las acciones; Cuando eso sucede, cuando el verdadero ser largamente silenciado se manifiesta, no lo hace pidiendo permiso, sino con furia e impertinencia antisistémica. Y he aquí un nuevo y más profundo problema.

Porque la identidad latinoamericana tiene poderosos componentes antisistémicos (sin que uno jamás haya pretendido semejante etiqueta).  Sólo para acotar el tema me referiré en adelante al caso chileno donde la identidad está marcada por la fuerte  presencia mapuche en nuestra historia genética y política. Porque aunque a muchos les desagrade, aquí en Chile, es un hecho que todos tenemos con mayor o menor fuerza,  sangre mapuche en nuestras venas. Recordemos que este territorio, alejado y sin oro, se pobló a fuerza de patadas y violaciones.

Entonces tenemos hasta aquí, que nuestros dioses siguen vivos,  los guerreros, los weichafes regresan cada cierto tiempo y nos recuerdan que somos hijos del sol y de la tierra. Aunque tamaña guarrada pasada a hipismo sea difícil de escuchar en tan respetable espacio.

Pero el hipismo, estimados oyentes, ha existido en América Latina desde hace muuuucho tiempo, por lo que si vamos a hablar de Americalatina, vamos a tener que hablar sin cuco de dioses, weichafes, chamanes, Fidel Castro y la revolución cubana, Allende, el Che Guevara, drogas, marihuana, hongos, ayahuasca, peyote, narcos, guerrillas, paramilitares, masacres, selva, devoción y virgencitas entre otras delicias típicas de la zona. Y vamos a tener que hablar no banalizando sino midiendo la verdadera fuerza de esta parte de la historia que no queremos (muchas veces no podemos) ver.

Entonces y volviendo al tema que hoy nos convoca, les decía que el nuevo pensamiento latinoamericano, como el regreso de los guerreros, no le simpatiza nada al poderoso mundo de las corporaciones y de los estados vasallos de esas corporaciones, por la sencilla razón de que revive valores y formas de vida, formas de estar en el mundo, completamente opuestas a los valores que el capitalismo ha intentado inyectar con desenfreno en estas tierras.

Estos valores que definen al sujeto latinoamericano ya no descentrado sino en proceso de centrado, se refieren a sus orígenes y están asociados a la vida comunitaria de sus más negados ancestros. En Chile será determinante la configuración de comunidades autónomas sin unidad política más que en tiempos de guerra, que se dieron los pueblos mapuches. La inexistencia del concepto de una autoridad central y jerárquica (el estado), la ausencia del concepto de propiedad privada, la concepción del hombre como parte inseparable de su comunidad y de la tierra, y una cosmovisión basada en la mantención de los equilibrios, dificultan la posibilidad de instalar en el disco duro de los  chilenos “en proceso de centrado”  los valores esenciales del capitalismo. La intuición de ese pasado comunitario y mítico es como una roca, un tumor difícil de remover.

Ejemplo; Si mi existencia en este mundo tiene valor solo en función de la comunidad a la cual pertenezco, en la cual puedo confiar al menos en lo esencial, pertenencia y sobrevivencia, ¿para qué trabajar en acumular bienes?

Por otro lado, si soy un sujeto cuya existencia está fuertemente arraigada a un sentimiento religioso, es decir si tengo fe en algo, en lo que sea y esa fe le da sentido a mi vida, al dolor, a la escasez, etc. ¿Para qué necesito comprar antidepresivos y convertirme en un farmacodependiente cliente de los laboratorios?

Un punto que merece una conferencia aparte es el fenómeno de la religiosidad latinoamericana. ¿Qué es la devoción latinoamericana?  Algo muy difícil de explicar para quien mira de afuera.

Lo mismo sucede con la concepción de la muerte, tan negada en la cultura occidental, tan cercana en nuestra hermosa y sangrienta Latinoamericana. Porque la relación con la muerte es también un asunto  político y económico (créanme). Sucede que nuestros pueblos prehispánicos, todos,  tenían una muy estrecha relación con la muerte, y una aguda consciencia de ella. La muerte estaba representada e integrada a la experiencia de la cotidianidad de diversas formas, incluido el sacrificio humano, que tanto espanto causó a los conquistadores.

Mi teoría es que esta intensa relación vincular con la muerte le da otro sentido a la vida, otra intensidad, donde la “acumulación capitalista” pierde sentido, pierde prioridad.

Y ya para ir acotando el tema y pasar  pronto a las preguntas porque me parece que mi tiempo se acaba, veamos el asunto de los equilibrios. El mundo indígena funciona a partir una compleja y delicada red de equilibrios, donde la acción humana está íntimamente ligada con los elementos del resto del universo. Es decir que la acción humana no es concebida como una situación autónoma, aislada, acotada al sujeto de la acción, sino como parte de una cadena de causas y consecuencias extendidas en el tiempo cuyo desorden puede causar graves daños a la totalidad del entorno.

Tengo la convicción de que la consciencia de estos equilibrios pulsa de manera inconsciente en todo nuestro ser latinoamericano en proceso de centrado, condenado por el látigo a romperlos. Es como si el sujeto latinoamericano, nosotros, guardáramos una oscura y secreta memoria de las consecuencias de romper los equilibrios y por eso nos cuesta tanto el “progreso capitalista”.

¿Existe algo que atente de manera más brutal contra todo equilibrio que la acumulación capitalista? Lo dudo mucho. Bien podríamos decir que el capitalismo es una suerte de paradigma del desequilibrio.

Asi que tenemos entonces, hoy en día, en la era de la globalización a este nuevo sujeto latinoamericano teniendo un nuevo pensamiento latinoamericano, en pleno proceso de centrado, entre la espada y la pared, con una pulsión interna imposible de reprimir, acosado por los poderes y por una economía que lo estrangula.  Incomprendido, probablemente cesante, endeudado, abandonado, criminalizado, perseguido.

Es un lugar complica – dí – si – mo !!!

Sólo entendiendo esta angustiante situación de encrucijada entre dos tiempos históricos, dos civilizaciones y dos concepciones del hombre y del mundo, que nunca se reconciliaron, creo yo, que recién podemos comenzar a conocer y a construir un nuevo pensamiento latinoamericano y una nueva identidad latinoamericana.

Lo cierto y lo bueno es que el nuevo pensamiento latinoamericano y la construcción de una nueva identidad latinoamericana, se está convirtiendo en un tema que cada vez suena más alto y que estamos llamados a atender si queremos madurar como cultura y como pueblo.  (Incluso creo yo que hasta es un buen negocio!!!)

Creo honestamente que el desarrollo del nuevo pensamiento latinoamericano puede ser un aporte, una oportunidad, un escape, una salida al callejón sin salida y la inevitable crisis de la civilización occidental y sus valores, que nos han llevado a una economía monstruosa y una existencia de mierda en un mundo lleno de sicópatas. Creo que mirar con atención nuestros orígenes nos haría muy bien  y que encontraríamos ahí el remedio a muchos de nuestros males actuales como sociedad y como individuos.

Creo también que la terrible persecución y criminalización que han venido sufriendo nuestros pueblos originarios en toda América Latina pero muy especialmente en nuestro país, recrudecida en los últimos años, obedece no sólo a una cuestión de antipatía racial sino que tiene raíces políticas profundas. Al poder no le conviene que conozcamos esos orígenes, esos valores comunitarios y que nos reconozcamos en ellos. Al poder vasallo del capital internacional no le interesa ni le conviene reflexionar acerca de estos temas. Pero a nosotros sí. Por eso estamos aquí.

Esperando haber hecho una humilde contribución a la reflexión sobre el nuevo pensamiento latinoamericano les dejo entonces aquí algunas de mis reflexiones que espero poder ir profundizando en futuros encuentros.

Me parece que ya podemos dar paso a las preguntas, observaciones, insultos y otras manifestaciones.

________________________

Eli Neira es poeta, performancista y artista visual, autora de «Abyecta» (Santiago: Al Margen Ed., 2003; segunda ed., México DF: Ed. Limón Partido, 2006), «El soliloquio de la reina» (Rosario, Argentina: Ed. Junco y Capulí, 2004), «Hard core Hotel» (Buenos Aires: El Asunto Ed., 2006) y «Aby Hard» (Buenos Aires: Ed. Milena Cacerola, 2009); dirige la colección de cuadernillos de emergencia «Abyecta, rabiosamente independientes». Sus páginas web: http://www.myspace.com/elizabethneirahttp://cronicasapocrifas.blogspot.comhttp://abyecta.blogspot.comhttp://videoselineira.blogspot.com

 
 
 

No hay comentarios todavía. ¿Quieres ser el primero en decir algo?

Deja un comentario