Exposición interdisciplinar de fotografía, escultura y música en Las Palmas de Gran Canaria y Seúl, «inVÓRTICE» es un proyecto de la galería grancanaria Saro León con la participación de los artistas Teresa Correa, Manolo González , Juan Manuel Artero y Juan Rivas.
Este proyecto tiene entre sus objetivos mostrar la obra de los creadores canarios en el panorama internacional, en esta ocasión directamente en el complejo y estratégico circuito comercial asiático, a través de la colaboración entre la Galería Saro León y la galería Bom Gallery de Seúl.
A partir de una proceso reflexivo en el que predomina la inquietud por la ocupación del espacio, el hecho creativo se desvela allí donde el territorio pierde su certeza en lo efímero de las huellas en la orilla insular del escultor Manolo González ; o en ese Momento de Inercia que provoca el tránsito espacial de suelo a techo en las fotografías del extravío de Teresa Correa; o en las intervenciones visuales en un espacio compartido a través de la resonancia, prolongación espacial del sonido que sustenta la creación del espacio sonoro propuesto por Juan Manuel Artero. «inVÓRTICE», donde quiera que se encuentre en cada momento, en cada vivencia, estará un inicio, un fin o simplemente el estar de un territorio, un suelo.
Indican los autores sobre las obras presentadas:
Juan Manuel Artero: «Si bien la inercia es la propiedad que tienen los cuerpos de permanecer en su estado de movimiento mientras no se aplique sobre ellos fuerza alguna, este deslizarse correspondería acústicamente a la propiedad que tiene el espacio de prolongar el sonido una vez la fuente sonora ha dejado ya de producirlo. Y así, la estela que deja un evento sonoro, su resonancia, su eco, no deja de ser una huella de algo que ya no está: una ausencia. Un fecundo oxímoron. Lo que este proyecto propone es la creación de un espacio sonoro en el que las huellas de las que hablábamos resuenan en un espacio compartido. Compartido con la fotografía y con la escultura, dos artes sujetas también a las caprichosas operaciones del tiempo y el espacio. Estos ecos nacen del diálogo entre estas tres disciplinas, gestos y figuras, correspondencias que se recogen y se vuelven a lanzar. O juntas resuenan. Pero también la inercia está sujeta a la gravedad, a la tierra, pero en esta ocasión —mediante un minucioso artificio técnico— los sonidos viajarán desde el suelo a las alturas, (y probablemente acaben saliendo por una ventana). Lo que resuena bajo nuestros pies asciende, no hay vuelo sin un suelo. Hay quien señala que la música pudo tener su origen en las grutas y sus efectos de resonancia, maravilla que hace del canto Eneas en la cueva de la Sibila».
Teresa Correa: «Mi trabajo es un work in progress que inicié en el año 2000, en el 2011 lo retomé con la serie «The looking glass» y ahora trabajo esta serie con el título arriba indicado. Pretendo hacer una reflexión sobre la acción como auto conocimiento ; para este propósito me sirvo de las leyes de la Física como metáforas para ilustrar el camino seguido. Parto de un primer extravío, la fuerza de inercia (resistencia que oponen los cuerpos a cambiar el estado o la dirección de su movimiento), solo la inestabilidad, segundo extravío, entendida como falta de permanencia en un estado , me permite descender al tercer extravío , convertirme en espejo de mi misma …»Sucede a veces que no se pueden encontrar en un reino dos criaturas que sean del mismo espíritu, pero cuando por ventura estas dos criaturas extraviadas se encuentran, se abren la una a la otra y no pueden esconderse entre ellas, aunque quieran no podrían…», Margarita de Porete, quemada viva en La Place de Grève, París, en 1310 por orden de La Santa Inquisición».
Manolo Gonzalez: «Allí donde el territorio para un isleño se acaba, en la orilla, se conforma la metáfora más rotunda de la existencia. En la orilla, donde se acaba el suelo, donde deja de ser la tierra y aún no es mar, las pisadas en la arena, huellas precisas, alineadas, testimono de nuestros pasos en la frontera última, quedan registradas sólo para el instante; efímera constatación de que hemos estado. Mañana no quedará ninguna, ni rastro, nada; el mar lo borra todo.Como si nunca hubieramos pasado por allí, como si no hubieramos existido. Si hay algún lugar en el cual puedes entender no haber sido, ese lugar es la orilla. Ahí, donde ya no es más tierra y aún no es mar. No hay vida falsa, tampoco verdadera; ninguna huella queda de que has sido… sólo acción en el tiempo, tiempo que pasa. El tiempo transcurre como una gran inercia hacia la nada. No habrá nada, sólo el deseo de ser en el instante que pisas la arena y dejas la huella sobre la orilla; insensato empeño de permanecer. Sólo existe la inercia de ser, la voluntad de ser, voluntad eterna para un instante, pero aún más efímera que su huella. La escultura como obra de arte perdurable, paradoja de este pensamiento, no resulta más que su constatación última. La escultura es otro ser, no es su autor. Yo, como escultor, realizaré obras perdurables, pero no soy yo quien perdura; lo único que cuenta para el ser es la voluntad de hacer en la escultura; la inercia que impulsa a ser a través del hacer. Sólo cuenta el hacer, porque su huella, la escultura, más tarde o más tempreno también dejará de ser. Este pensamiento se enmarca dentro de los últimos trabajos realizados, «PROMETEO-La-Autocreación» y «NARCISO», en los que he explorado la conciencia del Ser desde la revelación de la Nada. La Nada no invalida el instante de la existencia, al contrario, lo potencia. Reclama la construcción permanente del ser en sentido esférico, no lineal, pues al igual que el continuo de huellas en la orilla, no quedará nada de ese transcurso lineal. Lo que cuenta es el instante en que se hace cada huella, y en cada uno de esos instantes se concreta toda la existencia; el ser de ayer, el del instante y el de mañana, porque el de ayer y mañana sólo existe en el instante de cada huella».
Juan Rivas: ¿De la ciudad al cielo?. Las ciudades se asemejan a los seres biológicos. Incluso sin palpitar en ellas la vida, la hay. Existe una proyección emocional en las «ciudades-collages» de Juan Rivas que es la esencia de su pintura y que determina de forma sustancial la forma en la que éste distribuye verticalmente las «piezas» cromáticas en la superficie, logrando que se dé en ella un efecto óptico de una dimensión peculiarmente arquitectónica. Con qué maestría disecciona el artista la ciudad y con ella su mobiliario urbano para disponer todos sus fragmentos de forma aparentemente arbitraria sobre la superficie a tratar. Con qué habilidad compositiva nos perfila su particular fisonomía de la urbe, creando su propia escenografía al hacer uso de una suerte de artesanía artística por la cual mediante el efecto collage de-construye la realidad para posteriormente volver a construirla según su modo de sentirla.
¡Qué importante es la fragmentariedad en su pintura! De la urbe toma prestadas sus estructuras y las desencaja, cual relojero con las piezas de un reloj que desarma meticulosamente su maquinaria y las devuelve al mundo. Palpita la pintura de Rivas con la ciudad, como un gran reloj de compleja maquinaria interior que va acusando el tiempo y, de algún modo, cursándolo: tic- tac, tic-tac, tiiic……..tacc. Ahí están sus referentes: rascacielos, esquinas, azoteas de edificios que son familiares en sus recorridos, flechas indicativas del Norte o el Sur, ¿o quizá el Este o el Oeste?, direcciones perdidas, laberintos de ciudad, bidones, contenedores, verjas, algunos neumáticos, puertas y más puertas; ventanas, sí, muchas de ellas ¿pero dónde está la salida? Y las sardinas, reiteradamente sardinas, icono recurrente que es además el más significativo en su obra. Ellas con frecuencia se deshacen de sus pequeños contenedores que son ciertamente una prisión y barren el lienzo en su camino por la ascensión o, el descenso; sí, a veces se fracasa en ese intento por lograr la libertad. Y permanentemente el referente de las escaleras como una correspondencia del cielo; pero éste ¿dónde está? Si ni siquiera lo has pintado Rivas ¿No lo sabes?, dice un tal Homero Aridjis: «¿Cuántas escaleras hay en el mundo, de madera, de piedra, de humo, que no llevan a ninguna parte?»
Y la urbe, constantemente ahí, la ciudad, sistema social que te da y te resta, te ofrece y, cuando te tiene, te atrinchera. Pero lo más sugestivo de tu ciudad artesanal es que está «graffiteada» por líneas, manchones y grafías que te identifican estilísticamente como el artista que eres. Drippings apenas sugeridos, reflexiones tuyas, frases encontradas, muros que se arañan de trazos creando su propia simbología. Y con todo este ensamblaje, y a pesar de él, el pintor es capaz de crear un campo perceptivo totalmente organizado y curiosamente limpio, con tal equilibrio entre las formas que ningún plano se eclipsa uno con otro, y es difícil entender cómo logra el artista tal nivel de complejidad constructiva sin antes haber planificado con precisión la superficie a nivel compositivo. Gracias al logro de su técnica de capas traslúcidas, cual finas pieles de cebolla, el cuadro «respira» y adquiere el preciso fondo óptico por el cual la pintura deja de ser plana. Se crean así diferentes estratos de percepción construyendo una obra dinámica como diversas piezas de un solo Ser. ¡Qué goce existe en la complejidad de su composición! que se abre a la vista del espectador como realidades urbanas de su particular escenario significante, de su experiencia vital. Pero si hay algo llamativo en la obra de Juan Rivas es cómo sublima la realidad, no siempre bella, de la ciudad y la expresa con cierta alegría estética a pesar de no recurrir en extremo al color, devolviéndola pura, pacífica, esperando…. la libertad (Nuria G. Gili. 2012)
Fuente: Galería Saro León
Título: «InVÓRTICE»
Sede: Bom Hybrid Gallery
Ciudad: Seúl
País: Corea del Sur
Fechas: 7 de septiembre del 2012 (Inauguración)
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