Oliva Arauna. Galerista veterana. Una de las mujeres más influyentes del panorama del arte contemporáneo en España. Cortesía Galería Oliva Arauna.
Temporada sin Reina
Por Andrés Isaac Santana.
En reiteradas ocasiones he llegado a manifestar que la estulticia es el signo de esta época. Y la verdad es que cada día que pasa me convenzo más de ello. Es como si viviéramos en medio de un carnaval de mediocridad repelente que mediatiza todo acto humano sin medir, muchas veces, sus graves consecuencias. La ceguera y la parálisis parecen ser los síntomas de un tiempo regentado por la esquizofrenia más radical y la pérdida del sentido común. Ante ningún pronóstico y a pocas horas de que fuera inaugurada la nueva temporada de exposiciones en el ámbito galerístico de Madrid, recibí este mail devastador firmado por la galerista Oliva Arauna:
“Ayer día 19 de septiembre, el Ayuntamiento de Madrid ha cerrado mi galería de arte -Oliva Arauna- interrumpiendo así 27 años de labor emprendedora que ni las crisis económicas ni las adversidades del sector de la cultura habían conseguido nunca truncar. La orden municipal deriva de disconformidades sobre una remoción de la fachada realizada hace ya ocho años, cuando inauguré esta nueva sede. (No existen ni planos originales ni fotografías de la época en el Archivo de la Villa). En una situación de destrucción masiva de empleo y de inmenso déficit público, me resulta increíble que sea el Ayuntamiento el que fuerce el cierre de una galería de arte que da trabajo y paga sus impuestos. Esto también tiene una gran repercusión para los artistas con los que colaboro (…)”
Qué pensar ante una situación tan escandalosa que, obviamente, tendrá terribles consecuencias y repercutirá de un modo muy negativo en la gestión frente al arte contemporáneo en España. Resulta francamente vergonzoso que en medio de una crisis que ha hecho peregrinar el trabajo de muchos profesionales del sector y que a muchos otros les ha colocado en una penosa situación de indigencia, el Ayuntamiento de Madrid, a tenor de una excusa tan ridícula como pueril, decida cargarse el trabajo de 27 años de quien es, sin duda, una de las más grandes artífices en el arbitraje y trato directo con el arte contemporáneo en este país. ¿Qué está pasando en España?¿Acaso estamos asistiendo a un nuevo estado de locura general en el que todo vandalismo es posible? Cerrar una galería como Oliva Arauna no supone solo un acto de cierre sin más. No estamos hablando de un bar de entre muchos o de un simple local de negocios del barrio de esos que a diario vemos abrir y cerrar sus puertas en nombre de la crisis. Cerrar esta galería emblemática símbolo de todo un hacer, cancelar así -de un tajo- su historia que, obviamente, es la historia del arte contemporáneo en España es, en cualquier caso, una declaración de guerra abierta al sector del arte y la cultura en este país. Ahora, quizás, sea pronto para advertir sus consecuencias. Pero me temo que no tardará mucho para que esta equivocada decisión administrativa suponga un barrido feroz en el panorama institucional del arte. No habrá resultado positivo como consecuencia de esta desfachatez y, sospecho, este será solo el comienzo de una etapa muy oscura para el desarrollo del arte en España. Los tiempos obligan a arreciar las voluntades y el carácter cuando los políticos y los poderes públicos se despachan, a sus anchas, activando reacciones desproporcionadas y lamentables para el ámbito del arte y la cultura. El sector se está viendo duramente afectado por la crisis y pese a ello se agencia de estrategias infinitas con el afán de continuar su labor de promoción, validación y comercialización de la poética contemporánea. Es por ello que resulta más escandaloso aun, si cabe, esta medida radical que revela -antes que nada- la miopía de los árbitros del poder.
Cuando un país no valora su arte, cuando se desprecia a sus personalidades más influyentes, cuando se avasalla a los reales y auténticos iconos de la cultura para rendir culto a la exultante vulgaridad de los sujetos mediáticos, cuando no se prestigia y se apoya la labor de quienes han hecho de España un escenario dialógico en el que se hable de algo más que de fútbol, cabe preguntarse entonces, muy seriamente, qué está pasando. ¿A dónde habrá qué llegar para que se tome conciencia y se activen los mecanismos de una política cultural que resguarde el legado en lugar de negociar con él de la peor de las maneras? Si frente a la terrible desmoralización y el escepticismo trepidante que vive ahora el país, caen también en el vacío y la ignominia los espacios que modelan y estimulan los discursos simbólicos, el arte contemporáneo entre ellos, no sabría decir con exactitud hacia dónde se camina.
Aún hoy no doy crédito a tamaño despropósito regentado por la más absoluta falta de sentido común y de respeto. Sabido es por todos el enorme esfuerzo y la puesta en marcha de maniobras infinitas por parte de los galeristas españoles para paliar los efectos de una crisis que ha tensado, hasta donde nunca se sospechó, todos los índices de resistencia y de permanencia para seguir haciendo frente a las circunstancias. Es ya un tema recurrente en el gremio la búsqueda afanosa de alternativas para poder mantener sus espacios abiertos y no clausurar así una historia de actuaciones y de negociaciones que ha dado grandes frutos en el establecimiento de un escenario internacionalmente reconocido para la circulación del arte contemporáneo en este país. En los dos últimos años hemos visto cerrar muchas galerías aquí y fuera. Hemos sido testigos de las escandalosas subidas de impuestos, del fracaso de muchas iniciativas de revalorización, de la cancelación de muchos eventos y proyectos curatoriales en los que los galeristas han tenido una gran participación. Sin embargo, y pese a todo ello, hemos visto también cómo muchos galeristas, haciendo un alarde de tenacidad, de constancia pero sobre todo de mucho amor, compromiso (político incluso) y respeto por lo que hacen, han logrado mantenerse firmes ante la embestida de una situación de crisis general sin precedentes en las últimas décadas.
Oliva Arauna ha sido, justamente, de esas galeristas tenaces y apasionadas que, a contracorriente de todo pronóstico nihilista y derrotista, ha mantenido su espacio abierto al público apostando no sólo por valores consagrados, sino también por nuevos nombres del arte internacional frente a los que ha demostrado una gran lucidez a la hora de su fichaje. Casualmente me tomó por sorpresa esta noticia cuando, juntos, preparábamos para el mes de noviembre la primera exposición personal del joven artista cubano Jairo Alfonso. Y, en parte por ello y porque tuve la suerte de dialogar con ella a propósito de este proyecto personal y de una espléndida colectiva que negociábamos para la próxima edición del evento A 3 bandas, puedo asegurar que se trata de un extraordinaria mujer en la que se cruzan la sagacidad y la pasión de un modo inusitado. Antes solo la conocía como galería, como espacio que visitar; ahora, en por el contrario, la conozco como galerista atinada y audaz, como mujer apasionada y flexible a la que le va la vida en sus utopías y empeños. La verdad, fue toda una revelación. Ella lo sabe, se lo he hecho saber. Me ha sorprendido muy gratamente la firmeza de su posición, la claridad y transparencia de su verbo y, sobre todo, la suspicacia a la hora de advertir los pro y los contra de un proyecto mucho antes de que este se trueque en una realidad tangible. Es una vergüenza que personalidades del mundo del arte que tanto han hecho por la consolidación de un ámbito que ya goza de prestigio internacional, y que han modelado los perfiles de un coleccionismo nacional, se vean asistidas por estas maniobras denigrantes que solo buscan la descalificación y el efectismo demostrando una alta cuota de ignorancia.
La calle Barquillo es un abrevadero de fachadas horrendas y de locales sin identidad a fuerza de repetición y copia de unos respecto de otros. Sin embargo, vaya paradoja, el Ayuntamiento viene a arremeter con todas sus fuerzas contra la que seguramente sea la fachada más sobria, hermosa y elegante de toda esa calle ¿De verdad es una cuestión de fachada? Me cuesta creerlo en el perímetro de una cultura que vive de la sustantivación e hipertrofia de las fachadas y del concurso de mascaradas obedientes sujetas al paradigma de la hipocresía. ¿Qué se teje detrás de todo esto? ¿Qué sórdida maniobra de descalificación y de afirmación fálica del poder se escora tras un cierre que, insisto, cancela la historia y la convierte en nada? Que respondan aquellos que pueden; yo me quedo sin argumentos. Actitudes reaccionarias de esta índole, solo prueban algo: la anorexia de una política cultural insuficiente que ha invertido ingentes esfuerzos a favor de la demagogia y no así en la instrumentalización de un protocolo de buenas prácticas que proteja las intereses de los agentes del campo del arte. Se aproximan tiempo difíciles y, como dice el refrán, “si ves la barba de tu vecino arder, pon la tuya en remojo”.
Solo me queda decir que me apena mucho, aunque me indigna más, esta nueva embestida -vulgar y manipuladora- contra el ámbito de la cultura y del arte, más en el contexto actual de tensiones y de peregrinajes no deseados. La temporada se inauguró, cierto, pero lo hizo sin una de sus más audaces reinas. Mi abuela, una mujer sabia en su propio analfabetismo, decía: “El que nace para rey, del cielo le cae su corona”. Y, en efecto, así es. Oliva Arauna no abrió sus puertas ayer. En la hermosa fachada de su galería se lee un cartel patético que anuncia el fin de su actividad. Sin embargo, nadie más que ella fue la protagonista de esta pasada noche del 20 de septiembre que pasará a la historia no por lo que se expuso en el resto de las galerías, sino por el sabotaje que han supuesto, una vez más, las reacciones políticas y administrativas frente a la voz del arte y a la encomiable labor de sus gestores más comprometidos y apasionados.
Cito aquí, en extenso, y por el interés que ahora mismo revisten, algunos fragmentos más estimulante de la entrevista que el 20 de enero de 2010 le hicieran Tiago de Abreu Pinto y Sara García Fdez a Oliva Arauna.
“Yo creo que la Galería nunca puede tener una línea muy estricta, porque nosotros nos debemos a nuestros artistas y al final siempre acabamos haciendo lo que los artistas nos presentan, son ellos los que nos van enseñando los caminos y nosotros les seguimos. Cuando un artista te dice que tiene una obra fantástica que le entusiasma y tú, en el primer momento, al verla dices a ver cómo consigo que el mercado asuma esta nueva técnica…pues con una facilidad brutal, porque te lo crees, porque efectivamente sólo conseguimos vender lo que nos creemos.
(…) durante los años 90 en Madrid era una extraterrestre, pero al final aprendes a manejarte de una forma que no sea muy gravoso y la verdad es que estoy muy contenta de haber hecho lo que hice. Yo abrí un camino que no lo seguía nadie y cuando llegaron los momentos buenos, efectivamente, estaba en la línea de salida. Luego los demás se han incorporado a esa línea, pero en los momentos difíciles en los que nadie mostraba fotografía, en los que nadie creía que las proyecciones eran arte yo seguía ahí insistiendo. .
Muchos coleccionistas se han acercado a la fotografía porque me decían “no podemos creernos que puedas seguir siendo tan cabezota con el tema de la fotografía y que nosotros sigamos sin entrar en ella”. Y es que en un cajón de la mesilla de tu casa puedes tener una colección de vídeo de caerte. Te evitas el transporte, almacenaje, problemas de conservación, no tienes ningún problema.
Claro, luego predicar con el ejemplo es muy importante. Yo no solamente soy galerista sino que además compro arte. Yo no me considero coleccionista porque por encima de todo me considero galerista. Si son obras de artistas que no son de la Galería yo por supuesto no las vendo, pero si son artistas de la galería mi obligación es que primero elijan los demás, luego soy yo la que puedo elegir. Yo disfruto mucho más vendiendo que comprando, aunque disfruto muchísimo comprando.
Yo creo que la gran diferencia con los años 80 es que éstos quizá fueron muy buenos en cuanto a apertura, es decir, la gente empezó a ir a las galerías, a comprar, pero había bastante especulación. Luego, cuando llegó la crisis de los 90, que fue horrorosa y que afortunadamente ésta no tiene nada que ver con aquello, eso nos ayudó a ir haciendo pequeños gestos con los clientes, con los coleccionistas, con el público en general, a tener más tiempo para ellos y poder hacerles entrar y ver y comprender mejor el arte.
Ahora afortunadamente viene mucha gente por la Galería. No todo el mundo compra, por supuesto, pero nosotros lo que fundamentalmente necesitamos es que la gente lo vea, porque si no lo ven, no existen los artistas y entonces te sientes decepcionada pensando “¿para qué hago este trabajo?”. Yo ya sé que lo hacemos para nosotros, porque somos los únicos que, de verdad, sentimos con esa grandísima pasión lo que hacemos.
Te entusiasmas con la exposición que tienes, con la siguiente y las mayores depresiones aparecen siempre cuando se están desmontando las exposiciones, porque ves las obras montadas…y en la mayoría de los casos cuando lo bajas al suelo te dicen muchísimo menos. La obra de arte tiene que estar muy bien presentada para que se pueda ver tal y como el artista la ha concebido.
Por supuesto que algo estamos haciendo para que la crisis nos sea menos gravosa. Entre otras cosas estamos todo el día pidiendo presupuestos. En los años buenos, más o menos sabías por dónde andaban los precios. Ahora no se hace nada que no tenga un presupuesto total y absolutamente controlado. Las exposiciones las estamos alargando un poco más, porque exposiciones en las que hay que producir o que hay que enmarcar son muy costosas y a la gente no le da tiempo a verlas. Te da pena que sigamos en una rueda un poco frenética sin que haya tanta necesidad.
Yo creo que casi todas las galerías estamos haciendo un poco lo mismo. Y, aparte, hablar mucho con los artistas para que la imaginación llegue al poder. Hay que plantear las cosas de una forma que si antes de hacían con un soporte, ahora se puede hacer con algo que quede muy digno pero que no tenga que ser ese soporte carísimo que se utilizaba. Comprendo que los artistas consagrados se pueden permitir ciertos lujos. Otros artistas más jóvenes se tienen que buscar la vida para que los materiales no salgan carísimos.
Lo bueno que tienen las crisis es que te permiten hacer unos proyectos difíciles porque el artista es cómplice en ese momento y entiende que no se va a vender nada, por lo tanto, tienes esa tranquilidad, no tienes ese ansía de pensar que habría que tener más obra para el privado…ahora decides lo que quieres hacer y afortunadamente, de vez en cuando salta la liebre. Montas una pieza muy grande, pero como es estupenda la vendes.
Todos los artistas quieren vender. La venta es un triunfo. No es un problema económico, indudablemente el artista tiene que vivir, la galería tiene que mantener los gastos, pero el triunfo es ver que alguien viene y que además lo quiere. El que te digan “estupenda la exposición” te hace mucha ilusión; que te sacan buenas críticas, estupendo. Pero el objetivo último de una galería es vender y para el artista si además se lo vendes a buenos coleccionistas o a colecciones institucionales o a museos, muchísimo mejor. Nuestro último objetivo es vender y no nos podemos equivocar, por eso digo que la crisis tiene la parte buena y la parte mala.
¿Cómo se forja el ojo de un galerista?
Mirando. El arte nos ha dado tal intensidad… para lo bueno y para lo malo. A veces vas por la calle y te encantaría arrancar un trozo de suelo porque es de una belleza impresionante y eso lo sabe captar la mirada de un fotógrafo. Al final los artistas te trasladan la forma que tienen de ver la vida, eso es lo maravilloso que tiene el arte.
Y luego, además de tener una buena mirada, hay que tener una grandísima valentía, ponerse el mundo por montera y decir “esto es lo que a mí me interesa y lo voy a hacer” porque si tienes que estar pendiente de lo que dicen los demás siempre estaríamos mirando al pasado y nuestra profesión es mirar al hoy. Mirar a lo que se está haciendo hoy y no esperar cinco o seis años a que eso ya lo tengamos asumido. En mi caso, me cuesta más vender lo que se está exponiendo en este momento que la exposición del mismo artista de los años anteriores.
¿Cómo ha sido la evolución de las agrupaciones de galerías y de los diferentes agentes del mundo del arte en España, en la que además has participado en gran medida?
Empezamos fundando ArteMadrid (artemadrid.com), once galerías, y luego hicimos un pequeño grupo de trabajo, para ir encontrando nuevas vías y nuevos planteamientos y fue todo un éxito. Es una asociación un tanto elitista, si no hay más galerías en ArteMadrid es porque no se admiten. No todas las galerías tenemos los mismos problemas y hay tienes que luchar por tus problemas y pedirle a la Administración cosas que a lo mejor otras galerías no necesitan, como son las importaciones, las ayudas para asistir a ferias o cambios en las leyes, etc.
Después decidimos que no nos podíamos quedar solamente en ArteMadrid, sino que tenía que ser a nivel nacional, fundamos el Consorcio (consorciodegalerias.es) y volvimos a trabajar en ello. Y más tarde, un día nos dimos cuenta de que en Manifesta no había representación española y decidimos convocar entre cuatro personas una reunión de los diferentes sectores del mundo del arte, excepto los artistas, porque nos queríamos plantear qué es lo que hacíamos mal para que los artistas españoles no consiguieran estar fuera de España al mismo nivel que el resto de los artistas, porque no era un problema de calidad.
Así surgió el Instituto de Arte Contemporáneo (iac.org.es), en el que tras nuestro encuentro interno, ya empezaron a formar parte los artistas y que está funcionando muy bien. Yo creo que ahora las galerías estamos muy unidas en la plataforma que es el Consorcio, del que forman parte todas las galerías interesantes y, por otro lado, tenemos una representación en el IAC, que defiende todos los sectores del arte.
El problema que tenemos en España es que estamos siempre como un poco traumatizados, siempre tenemos la sensación de que lo que viene de fuera es mejor y tenemos artistas estupendos, pero las instituciones les hacen muy poquito caso. Aquí no hay una estructura, como en Alemania, en la que en dos años se puede hacer a un artista internacional.
No es posible que los museos españoles sólo trabajen con los artistas cuando ya están reconocidos fuera. Hay que dar una oportunidad a los artistas españoles jóvenes, que además ya tienen un currículum detrás, con una serie de individuales… ¡que no son unos recién llegados! Y no son sólo los museos, yo creo que hay una falta de seguridad en el comisariado. Creo que los comisarios tendrían que arriesgar un poco más. Igual que nosotros arriesgamos, yo creo que los comisarios también tendrían que hacerlo. Eso sí que pasaba en los 80, como todo era un poco más loco…, y ahora está todo el mundo más conservador.
¿Qué es el arte contemporáneo?
Yo no creo en el arte contemporáneo expuesto hoy, pero de hace treinta años. Yo creo que el artista tiene que estar creando en su propio momento. A mí me entusiasma Goya, pero si un artista hoy se pone a trabajar como trabajaba Goya o Velázquez no me interesa nada, en cada momento, cada artista tiene que aportar algo y eso es el contemporáneo, el paso hacia adelante, el abrirnos unas puertas hacia otra vida, hacia otra visión y hacia otra reflexión. Yo creo que esa es la obligación del artista.
__________
Andrés Isaac Santana es crítico, ensayista y comisarios de exposiciones. Nacido en Matanza, Cuba, en 1973, es Licenciado en Historia del Arte por la Universidad de La Habana y Máster en Arte cubano en la misma Facultad. Autor de varios libros sobre arte cubano y latinoamericano y de más de trescientos artículos y ensayos en medios especializados, entre su obra destacan los libros “Imágenes del desvío: La voz homoerótica en el arte cubano contemporáneo” (J.C. Sáez Editor. Santiago de Chile. 2003), “Ensayo sobre el tratamiento de la sexualidad y los discursos de género en el arte cubano contemporáneo” y la antología revisada de la crítica cubana en los 90 “Nosotros, los más infieles: Narraciones críticas sobre el Arte Cubano 1993-2005″, publicada por el sello editorial CENDEAC (Centro de Documentación y Estudios Avanzados de Arte Contemporáneo), en enero 2008 Ciudad de Murcia.
No hay comentarios todavía. ¿Quieres ser el primero en decir algo?