Imagen: http://pensamientosonline.com
Por Dolores Reig.
Resulta evidente pero ahora lo han medido: cuando en un grupo hay más hombres que mujeres, estas hablan menos, aportan en menor medida su opinión. Y no es en un grado bajo sino todo lo contrario: un 75% menos. Lo afirma un estudio de Chris Karpowitz y Tali Mendelberg, de Princeton, que observa cómo 94 grupos de un mínimo de 5 personas discuten acerca del dinero ganado a partir de una tarea hipotética. La investigación se publicaba en «American Political Science Review», «journal» académico especializado en ciencia política.
El tema es preocupante porque además, cuando las mujeres participan aportan perspectivas únicas y muy útiles al tema de discusión, distintas de las que aportan los hombres. En clave de trabajo colaborativo, de la nueva ciencia de aprovechar al máximo la inteligencia colectiva podemos deducir la importancia de destacar e intentar solucionar el tema.
Profundizando un poco más los investigadores votaban en secreto, la mitad siguiendo un criterio de mayorías y la otra mitad siguiendo un voto de unanimidad. Cuando votaban por mayoría las mujeres evitaban hablar en la deliberación si eran menos que los hombres. Sin embargo al votar de forma unánime las mujeres hablaban mucho más, mostrando cómo en caso de necesidad, como el de la construcción de consenso, abandonaban la pasividad.
Siempre digo, generando a veces una polémica extraña, que el movimiento feminista, como todos los pacíficos, es lento, que ha logrado muchas cosas pero todavía tiene muchísimo que lograr. El hecho de que las mujeres no se vean a sí mismas como influyentes en el grupo y que no consideren necesario hablar, probablemente por inseguridad acerca de si serán o no escuchadas, deja bastante claro que la igualdad real está lejos de ser algo interiorizado.
En fin… como ya sabéis que no me gusta terminar una nota como esta en clave negativa, dejad que os aconseje tener en cuenta lo que nos cuenta Amy Cuddy en una interesante «Ted Talk».
Trata de cómo el lenguaje no verbal no solo nos presenta ante los demás sino que también ayuda a configurar nuestras expectativas de autoeficacia. No solamente sonreímos cuando estamos contentos o divertidos sino que el mismo acto de sonreír parece provocar nuestra alegría. Del mismo modo abrir los brazos hará que nos sintamos más fuertes, contraerlos es signo de inseguridad, todo ello claves para ayudar a mujeres y hombres a sentirnos más cerca de lo que realmente queremos ser.
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