Imagen cortesía de Paulo J. Futre.
Por Alma Ramas López.
Paulo J. Futre finalizó en el 2012 el Grado en Bellas Artes en la Universidad Francisco de Vitoria, donde se hizo acreedor del Premio al Mejor Expediente Académico. Anteriormente había iniciado la Licenciatura en Biotecnología (2007-2009) y el Grado de Diseño (2008-2010).
En la primera edición del certamen Videotalentos, convocado el año pasado por la Fundación Banco Santander, resultó finalista con su pieza «La condición humana», donde homenajeaba a René Magritte.
Su obra fue seleccionada, en marzo del 2012, para el Festival Internacional de Video Creación CloseUp Vallarta en México, y en enero del 2013 para la exposición universitaria «Emerge», que pudo verse en la galería Rafael Pérez Hernando. Allí fue descubierto por Álvaro Catalán de Ocón e invitado a participar en la sección JUST DESIGN de la feria de arte emergente JUSTMAD4, celebrada del 14 al 17 de febrero en el Hotel Silken Puerta América de Madrid.
Tenemos la oportunidad de entrevistarlo después de su exitoso paso por esta feria, donde se convirtió en la sensación después de vender tres de sus piezas por un valor en conjunto que superaba los 30.000 euros.
Después de iniciar la carrera de Biotecnología, realizas la de Bellas Artes en el tiempo récord de dos años. ¿Por qué este cambio tan radical? ¿Cuándo decides que quieres dedicarte al arte?
Desde pequeño siempre he tenido inquietudes creativas, pero jamás pensé que acabaría dedicándome a esto. De hecho en el colegio nunca estudié historia del arte. En Biotecnología me di cuenta de que estaba motivado por una idea romántica de la ciencia, cuando la realidad distaba mucho de ella, y no me veía encerrado de por vida en el laboratorio haciendo un trabajo sistemático. Dejé la carrera muy indeciso, y tras descubrir por casualidad que instauraban Diseño como grado oficial de Bolonia en la misma universidad, encontré el destino que siempre había buscado en Bellas Artes. Allí me puse las pilas, y para compensar el tiempo perdido me saqué la carrera en la mitad de tiempo y como mejor alumno de la promoción, graduándome a la vez que el resto de mi generación. Un largo camino hasta reencontrar mi verdadera vocación.
¿Cómo fue tu formación y tus inicios en el mundo del arte?
Mi colegio ofrecía clases de pintura los viernes por la tarde de 5 a 8, y allí me pasé prácticamente toda la secundaria y bachillerato. Está claro que después de este inesperado éxito tengo que invitar a cenar a mi profesor Miguel Ángel por todos aquellos años, ha sido una persona fundamental para llegar a donde estoy. De hecho, ha habido tanta gente importante en este proceso que tendré que encontrar el mejor modo de agradecérselo a todos.
¿Cómo definirías tu trabajo?
Puesto a clasificarme, me siento muy cómodo con la etiqueta de “Design Art”, una nueva tendencia que está a caballo entre ambas disciplinas. Mi trabajo parte de una base conceptual filosófica propia del arte, pero el resultado estético perfectamente podría ser una pieza exclusiva de diseño, así que estoy encantado con posicionarme dentro de ese nuevo territorio.
¿Qué es exactamente la “pintura de espejo líquido”?
Formalmente hablando, digamos que es un procedimiento de plata de ley de creación propia, que aplicado en estado líquido sobre vidrio como una pintura, refleja literalmente como un espejo. Se podría decir que es un híbrido en el que la propia pintura es el espejo, y al que he bautizado como “pintura de espejo líquido”.
Háblanos de tu serie “Espejo liquido”.
En un terreno más conceptual, parto de la idea de “romper la cuarta pared”, sugerida por Diderot en el siglo XVIII y que se trata de la “pared invisible” que existe entre los espectadores y la obra en el teatro. Se rompe la cuarta pared cuando se produce una interacción entre la fantasía propuesta y la realidad receptora, como por ejemplo cuando en una película se congela la acción y los actores se dirigen a la cámara, directamente a los espectadores. Yendo más allá del simple recurso narrativo, encuentro la analogía poética perfecta en el pensamiento de Baudrillard: al saltarse la ficción e interactuar con la realidad, se están colocando ambos universos a la misma altura.
Eso es lo que logro con las pinturas de espejo líquido, que están planteadas conceptualmente como un eterno videojuego en el que, como artista, propongo un universo virtual y estético en el que se adentra el espectador a través de su reflejo, rompiendo la cuarta pared para situar metafóricamente realidad y simulacro en el mismo plano. Una vez más la ruptura de la cuarta pared es la clave fundamental que culmina la obra y que constituye la metáfora definitiva de hiperrealidad. Las pinturas que realizo, aparte de interactivas, son intencionalmente abstractas, ya que en ellas materializo el tercer orden de simulación, generando lo real después de la copia. Aparte del componente poético que tiene la realidad física reflejada en una creación pictórica abstracta, el análisis metafísico es que el mapa precede al territorio, parte de un simulacro, el espejo, para generar una nueva realidad abstracta sin referente real figurativo. Es un eterno circuito ininterrumpido donde la referencia no existe. Es hiperreal.
Sin embargo, la pintura-espejo en sí como objeto físico está siempre inacabada, pues necesita obligatoriamente la interacción con el entorno, que es el que da sentido y la completa. De ahí la importancia vital de la fotografía para documentar este diálogo entre lo real y virtual, y complementar el sentido final de mi discurso. En mi web se pueden ver estas fotografías.
¿Qué factores fueron los que te llevaron a trabajar con el “espejo líquido”?
El detonante principal es familiar: crecí viendo a mi padre por televisión. Fue un futbolista famoso en su día, lo que supuso para mí una infancia agitada entre periodistas, autógrafos, aficionados y medios de comunicación. El hecho de verle todos los días en la vida real, pero también constantemente en los medios de difusión, cromos, camisetas, publicidad e incluso aquellos primeros juegos de ordenador, produjo una experiencia de desconcierto y perturbación acerca de los límites difusos entre realidad física y virtual. La necesidad adulta de elaboración de esta experiencia es la que me ha llevado hasta mis obras.
¿Cómo se te ocurrió la idea del “espejo líquido”?
Está unida directamente a mi formación científica. En términos de física óptica se llama imagen virtual a la imagen reflejada, por lo que en mis obras del pasado había empleado espejos como una metáfora simple de realidad virtual. La evolución natural del planteamiento derivó en conseguir una pintura que espejase, pues el acto de pintar crearía literalmente un universo virtual en el que se adentra el espectador. Como dicha pintura no existía, y el procedimiento habitual de fabricación de los espejos no permite manipular la superficie reflectante, tardé dos años en encontrar la técnica adecuada para materializar la idea.
¿Buscas en tus obras que estas sean espacios para ser habitados por el espectador?
Definitivamente, ya que es el espectador quien cierra la obra al adentrarse dentro del territorio virtual. Como es obvio, toda obra necesita el feedback del observador, pero en mi caso la propuesta final es la interacción en sí misma. A fin de cuentas, mi propuesta aspira a ser un eterno videojuego.
Imágenes cortesía de Paulo J. Futre.
Platón decía que lo importante es la idea y Aristóteles que la obra de arte puede cabalgar independiente de determinados conceptos. ¿Por dónde se mueves tú?
Creo que cada propuesta artística justifica su medio. En mi caso, la complejidad intelectual ha derivado en un acabado estético muy potente, y la sinergia de ambos deriva en una experiencia más elevada que el discurso conceptual del que partí. Quiero decir, mi obra no es la “ilustración” de una idea, sino que partiendo de una base conceptual, ofrece nuevos niveles de lectura mediante la interacción física y la experiencia sensorial.
¿Cuáles son tus influencias o referentes a la hora de crear?
Por el uso de superficies reflectantes, está claro que mis grandes referentes son Pistoletto y Anish Kapoor. Especialmente el último, cuyas obras no solo tienen una gran complejidad poética y conceptual, sino que estéticamente son igual de potentes. Y en cierto modo, eso es a lo que aspiro yo también.
También debería mencionar, aunque pueda sorprender, a Shigeru Miyamoto, padre del famoso Super Mario y básicamente de los videojuegos en general. Pocas veces en la historia se pueden vivir ocasiones como esta en las que vemos el nacimiento de un arte, como ocurrió con el cine o la fotografía hace no mucho. Como siempre ocurre en estos raros casos, se necesita la perspectiva del tiempo para entender todo lo que supone su aportación al arte. Como hijo de la generación de los videojuegos, mi obra es influencia directa de su trabajo.
Cuéntanos cómo fue tu participación en JUSTMAD4 2013.
Mi participación fue un golpe de suerte: a finales de enero mi universidad organizó la colectiva “Emerge” en la galería Rafael Pérez Hernando. Se trata de una exposición universitaria anual donde la mitad de artistas son recién graduados en Bellas Artes por la Universidad Francisco de Vitoria, y la otra mitad estudiantes elegidos de universidades de toda España. Yo presenté allí mis espejos, y tuve la suerte de que Álvaro Catalán de Ocón, el comisario de JUST DESIGN (sección de diseño de JUSTMAD) viera casualmente mi obra, y me propusiera participar dos semanas después en la feria. Un golpe de suerte que vino acompañado por todavía más suerte con el inesperado récord de venta en la inauguración. Todo ha pasado demasiado rápido y sigo asimilando lo que ha pasado, mi vida ha dado un giro de 180 grados de la noche a la mañana.
¿Cómo ves la situación del arte actual español?
En España existe mucho talento, pero no un mercado ni una legislación que lo proteja. Una gran medida para apoyar a los creadores en todos los niveles, jóvenes o no, sería la Ley de Mecenazgo. Ya veremos si finalmente se aprueba algún día, y si se hace como debería, porque si no nos tendremos que resignarnos a ver como el talento se desaprovecha. Ya perdimos la oportunidad histórica de posicionarnos con Latinoamérica, pero nunca es demasiado tarde para encontrar nuestro lugar. Yo, como todos, estoy planteándome seriamente buscar mi sitio en otros países donde sí existen oportunidades. Ya he tenido dos golpes de suerte seguidos, y la fortuna que he tenido no se repetirá. Quedarse sentado esperando a que ocurran milagros no es una opción.
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