Miguel Cuba Taboada: «La forma en que se trata la cultura y el conocimiento dice mucho de un país»

Por Garbiñe Continente García

Miguel Cuba Taboada nació en Lugo en 1982. Es un artista visual emergente cuya obra se centra los viajes, las ciudades y todo lo relacionado con el contexto urbano. Pese a ser un artista joven, su carácter artístico le ha llevado a conseguir diferentes galardones y becas, gracias a las cuales su carrera profesional emerge a un ritmo favorable.

Su obra Si el Coliseo cayese, está siendo una de las protagonistas en la exposición Estación XV, situada hasta el 25 de mayo en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. Su obra forma parte del proyecto Guía psicogeográfica de Roma: dieciséis mapas para perderse, que recoge los proyectos de los becarios de la Real Academia de Roma.

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Fotografía realizada por Victoria Fernández

En tus obras la arquitectura urbana cumple un papel fundamental, ¿qué llama tu atención de las ciudades?

En los últimos años la ciudad se ha convertido en uno de los temas centrales en mi trabajo, tratándolo desde medios y perspectivas diferentes. En algunas obras reflejo, a través de representaciones distorsionadas de distintas ciudades en las que he vivido, características que he observado en esos lugares. En ocasiones son cuestiones concernientes a las propias ciudades, como la influencia del turismo en el urbanismo. En otras, me centro en realidades que se producen de manera más evidente en el contexto urbano pero que son extrapolables al conjunto de esa sociedad. De alguna forma, estas ciudades constituyen un modelo a pequeña escala de la sociedad y el país al que pertenecen.

En la obra que pudimos contemplar en la exposición de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, analizas el consumismo a través de la ciudad de Roma, partiendo del Coliseo como principal marca de la capital italiana. ¿Es esa la sensación que te transmite Roma? ¿Qué relación crees que existe entre el patrimonio cultural de la ciudad y el interés económico?

En esa obra se cruzan varios temas. Por un lado, está la reducción de una realidad tan compleja como es Roma a una colección de monumentos por un interés puramente turístico. Es un proceso simplificador que se produce en cualquier gran centro turístico relevante y que empobrece enormemente la experiencia de conocer en profundidad una ciudad. En la práctica, este tipo de turismo equivale prácticamente a ver un pase de fotografías en el sillón de tu casa (si bien es cierto que la contemplación directa no es substituible). Lo que he observado en Roma, pero que se está produciendo en Italia en general, es que esos monumentos que son iconos turísticos de la ciudad y su principal reclamo, están siendo instrumentalizados por grandes empresas. Es una situación compleja, ya que por un lado son estas empresas las que asumen los costes de la restauración de dichos monumentos (un gasto que en este momento de crisis el gobierno no puede acometer), pero al mismo tiempo se apropian del patrimonio cultural, que se convierte prácticamente en un logo de las respectivas marcas. Aunque se supone que cumplen una labor social, en mi opinión perdemos algo importante en el proceso. Siempre comento una anécdota curiosa: visitando un museo me acerqué a un cuadro de Tiziano. Al lado un cartel anunciaba que la restauración de la obra la había realizado Pirelli. El caso es que el nombre de esta marca era mucho más grande que la propia cartela donde se indicaba la autoría de Tiziano. Miré a mi alrededor y observé que un buen número de los cuadros estaban patrocinados por otras marcas, como “el juego de la lotto”. Al final casi parece que son estas empresas quienes han realizado las obras de arte.

El título de la obra, Si el Coliseo cayese…, hace alusión a la frase “si el Coliseo cayese, caería Roma. Si cae Roma caerá el mundo”. Es una cita que deja patente la importancia que este momento tiene en la cultura italiana, y que para conservarlo todo medio es bueno. Lo que muestro en esta pieza es una de las particularidades que he observado en la ciudad, pero evidentemente, para mí Roma representa mucho más. Precisamente me preocupa que un lugar tan complejo y fascinante quede reducido a un spot publicitario.

Como becario de la Real Academia de Bellas Artes en Roma valorarás las becas y ayudas que permiten financiar proyectos de jóvenes artistas. En este contexto, ¿qué opinas sobre la situación actual de las becas y ayudas para artistas y profesionales de la cultura en general?

Este tipo de ayudas son esenciales, y junto con los certámenes, prácticamente el único modo de poder desarrollar tu trabajo en los primeros años de carrera artística, especialmente ahora que vender se ha vuelto muy complicado. Es un camino largo y duro, y las ayudas suponen un apoyo importante. Además de poder dedicarte exclusivamente a tu trabajo, son experiencias que enriquecen y maduran tu obra. Te ponen en contacto con realidades y culturas distintas a la que conoces, y en mi opinión eso siempre es muy beneficioso. En el caso concreto de la Academia, convives día a día con otros artistas, y las colaboraciones e influencias que surgen de esa interacción son muy interesantes.

Hay quien ve estas ayudas como un gasto innecesario, pero en mi opinión la forma en que se trata a la cultura y al conocimiento dice mucho de un país.

Aunque eres un artista joven, recientemente becado, tu progreso artístico ha coincidido con un contexto de dificultades para la cultura. ¿Te has visto afectado por la situación?

Por un lado, es cierto que estoy muy satisfecho con la progresión que estoy teniendo. No cabe duda de que la beca de la Academia de Roma o la que actualmente estoy disfrutando en el Colegio de España en París, suponen un espaldarazo importante. Sin embargo el panorama profesional sigue siendo muy complicado. Siempre ha sido una profesión difícil, con lo cual tú aceptas esos riesgos desde un principio, pero con la crisis actual la situación se ha agravado considerablemente, y en mi opinión afecta especialmente a los artistas jóvenes. Aunque parezca absurdo, pagas para trabajar en tu obra artística. Como producir las piezas supone un gasto considerable, y las ventas son escasas, lo habitual es que tengas que desempeñar otros empleos para mantenerte. Por suerte, estas dificultades se compensan con otros aspectos muy gratificantes.

Sorprende ver a un creador tan joven con una identidad artística tan marcada. ¿Qué te llevó a dedicarte al arte?

Lo cierto es que desde niño siempre he querido dedicarme a algo relacionado con la creación artística. Es verdad que como me parecía casi imposible vivir como artista (tenía además una visión muy ingenua e idealizada), pensaba en otros trabajos relacionados con este ámbito pero que me parecían más factibles. Visto tanto tiempo después, y aunque evidentemente no tenía ni idea de todo lo que implica dedicarse a esto, resultan sorprendentes las similitudes de mi situación actual con lo que imaginaba entonces.

Aun siendo un artista emergente, tienes un currículum admirable. ¿Cuál fue tu primera creación artística y qué fue lo que te inspiro para hacerla?

Todos tenemos las primeras experiencias creativas en la infancia, pero la primera pieza de la que estoy satisfecho y que me dio cierta confianza a nivel artístico fue “Illa de San Brandán”, que recibió el premio “Novos Valores” de la Diputación de Pontevedra. Es una adaptación subjetiva de este mito, en el que la isla es un palimpsesto de ciudades que habían sido muy importantes para mí, configurando así una especie de paraíso personal. Para conservar inalterados los recuerdos de esas ciudades, la isla estaba suspendida en el aire, lejos de la influencia del mundo, pero por ese mismo motivo también se volvían inalcanzables. Con esta obra comenzaba la serie utopías y en cierto sentido la considero el germen de mi trabajo actual.

Sin salir del ámbito creativo, ¿cómo es tu personalidad artística?, ¿eres crítico con tu trabajo?

La capacidad crítica, especialmente con uno mismo, me parece fundamental para cualquier avance. Es cierto que si la autocrítica es muy severa, al igual que un excesivo perfeccionismo, puede resultar paralizante. Por eso me ayuda tener a dos o tres personas de confianza a las que a menudo pido su opinión. A veces al estar muy metido en el proceso creativo, no ves cosas que desde afuera pueden resultar hasta evidentes.

En cuanto al proyecto en común que habéis llevado a cabo varios becarios de la Real Academia de España en Roma, ¿cómo ha sido el trabajo en equipo teniendo en cuenta las diversas orientaciones artísticas de cada uno?, ¿cómo ha influido esta diversidad en el resultado final del proyecto?

Como estábamos desarrollando proyectos muy distintos, dar coherencia a esa diversidad en un proyecto común (la “guía psicogeográfica de Roma”) era algo complicado. Sin embargo, el hecho de vivir juntos en Roma facilitó en gran medida la coordinación del conjunto y el propio lugar sirvió como hilo conductor de todas las propuestas. Al final el resultado es muy heterogéneo, pero lo veo de forma positiva en el sentido de que cada uno ha mostrado su visión particular de la ciudad, rompiendo la visión reduccionista que se vende en las guías turísticas. Al final creo que cada uno ha conservado, más o menos, el espíritu de su proyecto, pero ciñéndose a ese nexo común que era Roma.

Por último, ¿podrías describir tu carrera en una palabra y dar algún consejo para jóvenes artistas que, como tú, quieren abrirse un hueco en este ámbito?

Siendo honesto, mi carrera aún es incipiente, si bien, como dije anteriormente, estoy satisfecho con la progresión que está teniendo. Creo que en este momento y en los próximos años se decidirán muchas cosas en este sentido. Es evidente que esta profesión exige mucho trabajo y perseverancia, pero quizá lo que me parece más complicado es saber convivir con la incertidumbre e inestabilidad que conlleva esta carrera. Precisamente por las dificultades que comentaba anteriormente, creo indispensables el entusiasmo.

 
 
 

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