En Nueva York, en la Fundación Gabarrón, el artista malagueño Jorge Rando excedió con creces las expectativas de los invitados a la inauguración de su exposición “Prostitutas”.
Jorge Rando pintando las paredes de la Fundación Gabarrón, en Nueva York. Imagen cortesía del artista.
El artista transformó un contratiempo en oportunidad para demostrar una excepcional expresión de su trabajo. Todo ocurrió cuando la totalidad de la exposición – consistente en pinturas, acuarelas y dibujos – no pudo ser retirada a tiempo para su inauguración de las aduanas americanas. Rando inmediatamente propuso una ingeniosa solución: presentar su serie “Prostitutas” pintada como murales en gran escala en las níveas paredes de la Fundación.
Esta propuesta le pareció al Vicepresidente y CEO de la Carriage House, Juan Manuel Gabarrón, una oportunidad y un desafío para el artista, ya que tenía que realizar los murales en un espacio de tiempo muy breve. Armado con pinturas de paredes adquiridas en una ferretería cercana, Rando usó su pincel y su memoria para recrear en pocas horas el trabajo que le había tomado aproximadamente 8 años para completarlo.
La exposición proporciona una visión única de la obra del artista y de su filosofía; ha sido una oportunidad que quizá nunca vuelva a ocurrir. El arte de Rando está relacionado con el expresionismo en su simbólico uso del color y en sus trazos gestuales de pintura, que comunica su cruda respuesta emocional a las mujeres de sus retratos.
Se pueden reconocer temas artísticos históricamente significativos como la MAder (“Mary”), el objeto exótico (“Odalisque”) y el género masculino (“Gaze”), que por décadas han estado enriqueciendo discusiones académicas sobre la prostitución en el arte moderno. Inclusive se puede reconocer lo que parece ser un tributo a “Le Déjeuner sur l´Herbe” de Manet, o a las lánguidas odaliscas de Matisse, inclusive a los retratos de las prostitutas de Degas.
Observando las obras de Rando con más detenimiento es razonable concluir que sus pinturas fueron creadas sin un propósito histórico-artístico definitivo, sino que el artista ha llegado a estos temas a través de su propia crítica social e intimidad emocional con los sujetos de sus cuadros. El retrato de las prostitutas de Rando es de comprensión y no acusatorio, probablemente como consecuencia de los años que vivió en un barrio pobre, entre prostitutas que ejercían su oficio.
Jorge Rando pintando las paredes de la Fundación Gabarrón, en Nueva York. Imagen cortesía del artista.
Pintó las palabras “I saw without condemning” (Vi sin condenar), que contextualizan sucintamente su obra: los retratos de cuerpo entero mostrados ya en sus cuadros están pintados sin detalles faciales, los colores primarios usados para sugerir cabellos cortos, vestidos ajustados y maquillaje espeso. Sus bocas están marcadas con golpes de color rojo.
Las pinceladas de Rando, algunas cortas y fuertes, otras curvilíneas y redondeadas, captan a los personajes del modo que lo debe sentir en su corazón. Las prostitutas de Rando están representadas por un conjunto de símbolos que anuncian la mercancía que se ofrece, el cuerpo femenino.
Junto a los trabajos enmarcados, los murales crearon un efecto doble que ofreció una capa adicional a la exposición. Rando extrajo motivos de las pinturas retenidas para exhibirlos en las paredes. Anillos pintados con lo que parecería ser los bordes saturados de pintura de las latas, imitaban el pelo enrulado de algunas de las mujeres pintadas en sus cuadros colgados a su lado. Grandes figuras de líneas curvadas, recostadas a lo largo de una pared, reflejaban como en un espejo las figuras reunidas en pequeños grupos del mismo estilo de las mujeres de los cuadros. Emparejados con los murales, particulares detalles rodeaban al público con una insistencia difícil de negar. La imagen de un bolso rojo se repetía en casi todas las mujeres y el color era el mismo que el de los labios. El bolso era siempre rectangular y colgaba de un fino cordón de la mano o muñeca de la prostituta.
Rando ha comentado que el bolso rojo representa casi todo lo que define a la prostituta como un ser humano autónomo. Uno se puede imaginar sus llaves contra el forro oscuro del bolso, una lista de la compra, un iPod. La humanidad de la prostituta se representa así por el bolso rojo, ofreciendo de esta manera una reversión entre el sujeto (el bolso) y el objeto (el cuerpo femenino).
Una pintura de gran formato a la entrada de la exhibición sugería a los visitantes que las personas y las cosas no son siempre lo que aparentan: la presentación puede ser un cuidadoso arreglo a medida de los símbolos sociales que son asumidos y aplicados sin tener en cuenta la realidad. En este caso, los sujetos, la madre y el niño, estan sugeridos con el deslizamiento de líneas negras sobre un fondo vibrante en diferentes tonos suaves de verde, fucsia y amarillo dorado que, en consonancia con las figuras, ofrecen una sensación de tranquilidad y calidez. La mirada de la madre, vestida con una ropa amplia que cubre torso, piernas y brazos, esquiva la del espectador. A pesar de que esta pintura visualmente se opone al resto, muestra sin embargo la apreciación de la prostituta como ser humano y no como objeto. El cuadro en su conjunto con el resto de la exposición lleva al espectador a considerar que en realidad no se puede distinguir o diferenciar enteramente a la prostituta de la mujer virtuosa.
Alma Ramas López
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