Lamentable cuadro de Millares en el Reina Sofía, por Julia Saez-Angulo

Por Julia Saez-Angulo.

El Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía ha presentado la renovación de la Colección II, «¿La guerra ha terminado? Arte en un mundo dividido (1945–1968)», ubicada en la planta cuarta del edificio Sabatini. Las novedades realizadas atañen al discurso expositivo (con la ampliación de las salas dedicadas a los Realismos y la apertura de una nueva sala sobre la fotografía neorrealista española de los años 50 y 60). También se han incorporado nuevas obras.

 

Alberto Greco, «Gran Manifiesto -Rollo Arte Vivo- Dito», 1963.© Museo Reina Sofía

 

Entre las novedades, el depósito y donación de la obra de Val del Omar, que incluye sus películas más representativas, collages, utensilios y material documental, además de su laboratorio PLAT, en el que arte y tecnología se dan la mano. Las películas habrán de ser restauradas por el Museo según el compromiso adquirido. También hay un depósito de siete obras de Claes Oldenburg, realizado por la colección Sonnabend, de Nueva York, que se podrán ver por primera vez en el Museo.

Dos hermosos cuadros de Cy Twombly brillan por su grandeza y belleza; interesante el de Philip Guston, así como el alusivo a  la muerte de Duchamp de Eduardo Arroyo, por lo emblemático de su significado. “No lo quise vender al Museo Pompidou porque sabía que podía acabar en los sótanos”, declaró el autor, que en su día quiso reivindicar la pintura figurativa frente a la abstracción dominante.

Luis Gordillo habló ante su obra, un políptico de dibujos sobre malos folios que pintó a su regreso de París, nada más dejar el informalismo. Declaró que le resulta chocante que una obra que él pintó indeciso, sin saber todavía si quería ser artista, figure hoy en un gran museo. Darío Villalba también habló ante sus obras entre elogios supremos al director del Museo Reina Sofía.

 

La leyenda de los Millares

En el nuevo despliegue sorprende la presencia de un cuadro de lamentables imágenes sucesivas de curas, cruces y genitales chorreantes, en una conjunción explosiva, que ofende cualquier sensibilidad cristiana. Su autor es Manolo Millares, el artista canario, que escribiera un terrible libro sobre «Los Curas» en 1960-64 –un hartazgo de penes y otras casquerías al decir de algunos- que ni siquiera llegó a publicarlo Ruedo Ibérico. Recientemente se hizo con la subvención de la antigua Junta de Castilla-La Mancha y esta presencia debe de ser el eco. La zafiedad más absoluta y la falta de sutileza infinita vieron la luz.

Se trata de un depósito de su viuda a la que se compró una obra hace dos años, según declaró Rosario Peiró, responsable del área de las colecciones. La viuda de Millares no respondió en su día a la única pregunta que se le hizo en la rueda de prensa (por quien esto suscribe), cuando se llevó a cabo la exposición de Millares en el Reina Sofía:

– ¿Cuántas obras dejó Millares al morir?
– No lo sé—respondió al poco de una vacilación.

La viuda perdió la ocasión de terminar con la leyenda de la “interminable fábrica de homúnculos de Millares”. Preguntado el director del Reina Sofía, Manuel Borja–Villel si el citado cuadro de Millares no podría ofender la sensibilidad cristiana, respondió con una sonrisa mirando la aquiescencia de políticos o responsables culturales en derredor, que lo dejaron solo de inmediato: “Yo cuelgo lo que pintan los artistas”.

– ¿Hubiera hecho lo mismo si se tratara de una obra sobre rabinos o imanes?, pregunté: “Estamos en España”, respondió alejándose.

Preguntados algunos miembros del Patronato del Museo, se encogían de hombros y decían: “El director va directo a lo que quiere y no escucha para nada a los miembros del Patronato. Es muy suyo”, dijo uno de los miembros. “Por otra parte, el presidente del Patronato sólo parece interesado en buscar apoyos económicos para el museo”, añadió.

Es lamentable la postura de cristianofobia de ciertos burgueses de la cultura occidental, donde se practica el menosprecio a los símbolos cristianos a la espera de una segunda mejilla porque ellos, los cristianos, no ponen bombas. Sofismas en la explicación del director: ¿Son los artistas más papistas que el Papa y lo que dicen es siempre digno de elogio? ¿Son intocables en sus actuaciones? ¿Quién elige y se responsabiliza de lo comprado, adquirido y expuesto? ¿En qué medida se tiene en cuenta a la colectividad o comunidad que visita el museo? ¡Caña a los cristianos, que no atacan!

En suma: Millares pintó lo que quiso; el director del Reina Sofía lo colgó porque le vino en gana y yo escribo lo que opino. La comunidad cristiana es la perjudicada.

Por lo demás, el Museo Reina Sofía parece haber caído en un gigantismo laberíntico tal que agota en su visita, algo que no ocurre con otros museos como el Pompidou, por ejemplo, más recoleto. El Reina Sofía ha perdido la escala humana. Cabría pensar si no conviene hacer una división de espacios y entradas para el arte moderno y el contemporáneo, que tomaría los años 60 de las vanguardias radicales como línea divisoria o separar el museo de las exposiciones temporales. Ahora resulta un totum revolutum.

 
 
 

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