El jurado del I Certamen Internacional de Microrrelatos «Los Alephs», fallado hoy, estuvo compuesto por el pintor y escritor dominicano Fernando Ureña Rib, director de la Fundación que lleva su nombre, el escritor y crítico argentino Jesús López Cisneros, del Centro de Lingüística Aplicada de Buenos Aires, y y el escritor y crítico español David Casas Peralta, en representación de la Fundación Fondo Internacional de las Artes. Actuó de secretaria del mismo Alma Noblía, directora de Proyectos Internacionales de la fundación madrileña.
El fallo emitido por el jurado destacó la «extraordinaria maestría» de Mario Froilán Reyes Becerra tanto para adaptarse a la frase con la que debía empezar el microrrelato -«El hombre, sueco o finlandés, no hablaba español…”, inicio del cuento «Emma Zunz» del libro «El Aleph» de Jorge Luis Borges– como para sintetizar, en sólo dos líneas, «500 años de hermanamiento entre el pueblo español y latinoamericano a través de una lengua común».
Según la directora de la Fundación Fondo Internacional de las Artes, Alma Ramas, «la respuesta de la convocatoria superó nuestras expectativas más optimistas. Los 700 microrrelatos recibidos de todo el mundo, la mayoría de gran calidad temática y estilística, nos demuestran que la creación literaria en español goza de una salud envidiable».
PALMARÉS DEL I CERTAMEN INTERNACIONAL DE MICRORRELATOS «LOS ALEPHS»
Ganador del I Certamen Internacional de Microrrelatos «Los Alephs»
Título: «Colón»
Autor: Mario Froilán Reyes Becerra
El hombre, sueco o finlandés, no hablaba español. El genovés, que llegó después, sí; con ese seductor ardid conquistó América.
Menciones especiales del Jurado del I Certamen Internacionl de Microrrelatos «Los Alephs»
Título: «La rompiente de la playa»
Autor: Pablo Solares Villar
El hombre, sueco o finlandés, no hablaba español, y sin embargo, la muchacha que lo acompañaba —que a juzgar por la edad y la semejanza en los rasgos debía ser su hija— se desenvolvía con fluidez en nuestra lengua, con un acento que se me antojó venezolano y no nórdico. Acudieron a la fonda con sus ropas chorreando agua salada, pálidos los rostros y con labios amoratados, medio muertos de frío. Los escasos parroquianos que se sentaban en el local, mudos ante un vaso de vino, barruntaron de inmediato la desgracia, que la chica extranjera no tardó en confirmar con palabras precisas: la goleta en que navegaban había encallado en la rompiente frente a la playa, y acometida y embestida por las olas furiosas había terminado por irse a pique. Encarecidamente y con voz trémula, nos rogó que acudiésemos a la playa a proveer de socorro a sus compañeros de travesía, y con especial procuro a su hermano menor, que habían buscado infructuosamente. Los dejamos en la fonda, arrebujados frente a la chimenea, y todos los vecinos, provistos de mantas y candiles de carburo, nos dirigimos con premura a la cercana playa sobre la que se abatía, con ráfagas silbantes que flagelaban con látigo de arena, la tempestad. La escasa y ominosa luz del anochecer nos permitió distinguir tres cuerpos tendidos sobre la arena, inmóviles. La espuma marina lamía los pies del primero de ellos, un muchacho, apenas un niño, de rubios y lacios cabellos. Su corazón latía, y respiraba aún, unido a la vida por un débil hálito. Sin embargo nada pudimos hacer por salvar a los otros dos, para quienes llegamos demasiado tarde: el hombre, sueco o finlandés, que no hablaba español, y su joven hija.
TÍTULO: La belleza está en los ojos de quien mira
NOMBRE: Evelina Saponjic-Jovanovic
El hombre, sueco o finlandés, no hablaba español. Podía oír su voz todas las mañanas. Siempre discutía sobre los partidos de fútbol y lanzaba explicaciones largas e inútiles, ora en sueco/finlandés, ora en inglés. Sus interlocutores no le entendían, e incluso se reían de él, pero él como si no lo notara.
Esta mañana también oigo su voz. Un par de palomas han hecho un nido en el árbol. Las palomas son muy tontas. Hacen unos nidos poco profundos (como si quisieran ahorrar material), y un huevo ya se ha roto.
Qué raro es todo, pienso yo, asomado a mi ventana: primero se forma un huevo, y de un huevo, sale la vida. Aunque, de este huevo roto no saldrá la vida, estoy seguro… Bueno, llegamos a un dilema eterno: ¿qué fue primero: el huevo o la gallina? Creo que por ahí también debe de haber un gallo, ¿no? Me sonrío a mí mismo.
Una señora del edificio de al lado está paseando a su pekinés, como todas las mañanas. ¡Qué feos son los pekineses! Son unas pequeñas almohadas peludas e irritantes con los ojos de vidrio y temperamento desagradable.
Los autobuses coloridos transportan a los pasajeros. Todos corren, se empujan unos a otros y desaparecen en los callejones lejanos…
El cartero, como siempre, pasa por la calle a las 11 en punto. A mí ya nadie me escribe. Después de aquel accidente de tráfico…
Éste es un día ordinario. Se desliza junto a mí, apenas lo puedo tocar con los dedos. Corre, implacable, al lado de la ventana de mi dormitorio del hospital.
La enfermera entra en mi habitación y me llama para que me cambie la venda de los ojos…
Título: «Pompas»
Autor: Mario Froilán Reyes Becera
El hombre, sueco o finlandés, no hablaba español. Parado en el escenario, bajo la luz cenital, introducía su mano izquierda dentro del recipiente que contenía agua y jabón, y al levantarla juguetona, soplaba con la suavidad propia de las caricias que el viento acostumbra para mecer las hojas del urapán. Formada la pompa, con su mano derecha rozaba la burbuja sin dañarla, con la suficiencia del halago armonioso sin añadir ni quitar nada, sin hacer la más mínima incisión o rasgadura, transformándola a su antojo en el elemento que el público le pedía en un desordenado español. Desde un colibrí besando una flor amarilla, hasta los aviones japoneses desviándose sin afectar Pearl Harbor, lograba su ingenio. La formación de productos naturales adornados con colores iridiscentes, no parecían propios de la inventiva humana, sino del acto propio de la magia, los milagros o la santería.
El acto continuó, sin novedad durante varios años. La representación teatral se afianzó alcanzando la fama por todo el mundo.
Hoy ha llegado la policía hasta la residencia del hacedor de pompas de jabón y lo ha encontrado muerto. ¿Asesinato o suicidio? A su lado han encontrado un cuerpo humano, femenino, transparente y húmedo. Hermosa, pura y perfecta representación de la efigie de la inocencia perdida.
El hombre, sueco o finlandés, presentaba signos de ahogamiento. Su cuerpo, con tonalidades azules claras vidriosas, ya poco alcanzaba el color de su amada.
Título: «Reloj»
NOMBRE: Jairo Troppa
El hombre, sueco o finlandés, no hablaba español, le consulté la hora y me dio su reloj, pero ahora ante el policía, es mi palabra contra la de él.
Título: «Documento»
Nombre: Julia Saez Angulo
El hombre sueco o finlandés no hablaba español, pero gesticulaba con fuerza ante un papel viejo y arrugado que mostraba al capitán del barco mexicano. El hombre sueco o finlandés tenía el cabello rojo encendido y unos ojos de duras pupilas azul marino. Su mirada era intensa y autoritaria, su voz de tono enérgico parecía pedir explicaciones antes de desembarcar en el puerto centroamericano. El capitán del barco intentaba comunicarse con el pasajero en inglés tras el infructuoso español del primer intento de conversación. Era inútil. El hombre sueco o finlandés con su cabeza aleonada, sus voces cada vez más escandalosas y sus gestos alborotados de mano sobre el papel, parecía exigir al capitán no se sabía muy bien qué. La fila de pasajeros que le seguía se inquietaba y el murmullo de comentarios e impaciencias crecía a medida que pasaban los minutos. Las versiones sobre el atasco de la fila eran variopintas: que si el hombre había perdido la cabeza, que si había extraviado una bolsa de mano en el barco, que si hacía una protesta formal sobre la travesía, que si reclamaba una indemnización por falta de vigilancia… Un pasajero vestido con impecable traje blanco y panamá se acercó al capitán y se presentó como intérprete de la Unesco. Escuchó al hombre sueco o finlandés y tradujo al capitán:
“Quiere saber donde se encuentra la tierra americana que descubrieron sus antepasados vikingos en el siglo XII, cuyo título de propiedad figura en el documento en sus manos”.
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