El pasado mes de agosto se inauguró el centro cívico y ayuntamiento de la ciudad de Oostkamp, en Bélgica, diseñado por el arquitecto español Carlos Arroyo. Su aprovechamiento de espacios y su arquitectura sostenible han convertido este edificio en uno de los más emblemáticos de la ciudad.
Fotografía cortesía de Carlos Arroyo
El ayuntamiento de Oostkamp, en Bélgica, convocó en 2008 un concurso para transformar una antigua fábrica y almacén de Coca-Cola, levantada en 1991 y que el ayuntamiento había decidido adquirir, en un centro cívico para los ciudadanos.
Las bases del concurso buscaban el diseño de un conjunto de edificios, denominados OostCampus, en los que se pudieran agrupar la mayoría de los servicios públicos de la ciudad, no en vano la antigua factoría se encontraba en un lugar céntrico y bien comunicado de la ciudad.
El arquitecto Carlos Arroyo y su equipo decidieron aprovechar la enorme nave de la factoría, desde sus materiales hasta su espacio físico, con sus cimientos, instalaciones y accesos. Su propuesta contemplaba la remodelación de su interior como un «luminoso paisaje de nubes blancas». A través de este modo de proceder no solo se recortaban costes de construcción sino que además se producía una unión entre lo preexistente y la nueva construcción, como una simbiosis donde lo «antiguo» podía reutilizarse para hacer lo «nuevo».
Fotografía cortesía de Carlos Arroyo
El espacio interior articula sus funciones mediante agrupaciones modulares adaptables. El interés de Arroyo por crear una atmósfera controlada y manipulable le llevó a jugar con los agentes atmosféricos exteriores para transformarlos en el interior mediante diferentes dispositivos. Así, las aberturas entre las nubes están equipadas con dispositivos simples que transforman todo tipo de condiciones meteorológicas en diferentes efectos; los fuertes vientos del exterior se transforman en electricidad que alimenta un disco de LEDs, un sol artificial que ilumina el interior.
El proyecto propone el aprovechamiento de los espacios preexistentes pero también de cualquier tipo de energía que pueda reutilizarse en beneficio de la estructura, desde las energías renovables hasta el aprovechamiento de los elementos de la antigua factoría o el clima. Por todo esto los críticos han alabado la obra de Arroyo definiéndola como «exuberancia sostenible».
Fuente: Carlos Arroyo
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