La exposición “Gerardo Rueda y la tradición moderna”, organizada por el IVAM y el Shanghai International Cultural Association, se ha inaugurado el 26 de enero, en el Museo de Urbanismo de Shangai, de donde viajará a los museos de arte moderno de Changshu, Fujien, Henan y Tianjin.
Gerardo Rueda “Bodegón de la razón” 1992.La exposición, comisariada por Consuelo Ciscar y Rafael Sierra, reúne 50 obras de Gerardo Rueda pertenecientes a la colección del IVAM y de otros autores que despertaron la admiración de Rueda y ejercieron en él una influencia notable como fueron Nathan Isaevich Atlman, Sonia Delaunay-Terk, Lucio Fontana, Julio González, Frantisek Kuptka, El Lissitsky, Casimir Malevich, Barnett Newman, Ad Reinhart, Alexander Rodchenko, Sophie Taeuber-Arp, Joaquín Torres-García o Georges Vantongerloo.
Inscrito en la tradición del movimiento moderno «clásico», Gerardo Rueda intentó siempre eludir etiquetas y doctrinas. Obligado, se definiría dentro de la abstracción geométrica debido a su interés por el orden. En sus bodegones incide sobre la problemática de la perspectiva y la preocupación por la profundidad del espacio. Pero frente a la pasividad del pintor de paisaje, en el bodegón prevalece el espíritu experimental de quien controla los parámetros de la composición que preocupó especialmente a la modernidad desde Cézanne hasta el cubismo. Como en Klee, existe un interés por el juego de volúmenes y el efecto de la luz para disolver contornos y jugar a la negación del orden.
La preocupación por el orden espacial continua y se aborda la cuestión de la proporción como cualidad determinante de la pintura, como sucede con Vantongerloo o Kupka. Así mismo, le interesan las tramas ortogonales de Ad Reinhardt. Como en la música de Webern, se trata de evidenciar el factor tiempo en la raíz mental de la geometría.
Con sus obras blancas reivindica la pureza pictórica de Matisse frente a la pureza trascendente de Malevich. El blanco, como en la obra de Arp, logra un efecto de desmaterialización que permite, como en Klee, una proyección de la geometría hacia la plenitud; interesa aquí la relación entre simplicidad y exaltación. Lo blanco representa la implicación más íntima entre forma, luz y color.
La obra de Gerardo Rueda (Madrid, 1926-1996) es quizás tan original y única como su educación y su trayectoria artística. Educado en el Liceo Francés de Madrid, su vocación cosmopolita y su interés por todo aquello que sucedía más allá de nuestras fronteras le hicieron rehuir siempre los estereotipos y los tópicos hispánicos. La irrupción en la escena artística internacional del Expresionismo Abstracto norteamericano, con todas sus tendencias y matices, no sólo desbancó a París, y en general a Europa, como epicentro de la vanguardia artística del momento, sino que propició la aparición en España del grupo El Paso. Este grupo de artistas aglutinó entonces las propuestas más radicales y novedosas que pronto se concretarían en la aparición del Informalismo.
En el seno de esta corriente de abstracción que recorría España, se encontraba Gerardo Rueda, junto a Fernando Zóbel, con quien compartió estudio en Madrid y posteriormente en Cuenca. Por iniciativa de estos dos artistas se inicia la colección de pintura que, inicialmente iban a instalar en Toledo. Pero en 1962 y con motivo de un viaje a la Bienal de Venecia conocieron a Mompó y a Gustavo Torner que se les unió formando, lo que algunos críticos denominarían como «El grupo de Cuenca», y fundaron, en 1966, el Museo de Arte Abstracto Español, ubicado en las Casas Colgadas de Cuenca. Estos tres artistas contribuyeron a convertir la ciudad de Cuenca en el centro del arte abstracto en nuestro país y por lo tanto, no sólo a difundir las nuevas propuestas estéticas que se dieron en España en las décadas de los 50 y 60, sino también a la educación estética de posteriores generaciones de artistas. Sin embargo, sus diferencias, especialmente las de Gerardo Rueda con la mayoría de los pintores abstractos españoles, eran manifiestas y rápidamente desembocaron en trayectorias y planteamientos artísticos muy distintos. En el caso de Gerardo Rueda, su actitud abierta y cosmopolita, le hizo huir del dramatismo, de la violencia gestual, del carácter irracional y convulsionado de las propuestas artísticas de buena parte de este grupo. Hernández Mompó cultivó una abstracción lírica, Fernando Zóbel perfilaría en su obra una evocación impregnada de una cierta melancolía y Gustavo Torner, más cercano a los planteamientos geométricos de Rueda, presentaría un componente surreal muy específico.
Gerardo Rueda retoma en su obra los planteamientos artísticos y las investigaciones formales de los espacialistas italianos, especialmente de Lucio Fontana. El Espacialismo triunfó en Europa tras las crisis del Informalismo, y Rueda realizaría toda una serie de obras entre 1961 y 1964 en las que el influjo del Espacialismo era una presencia constante y se reflejaba a través del protagonismo absoluto del color y el relieve.
Posteriormente, la búsqueda creativa de Rueda se apoyaría en la racionalidad y la reflexión, unidas a un empleo sereno y exquisito de los principios geométricos.
En este sentido, su preocupación por el rigor constructivo en las composiciones recuerda las investigaciones formales del cubismo, especialmente el de Juan Gris. Aparecen también en sus primeras obras claras influencias de pintores de éxito en la escena artística francesa de los años 50 como Nicolas de Staël, Serge Poliakoff y, quizá de forma menos evidente, Pierre Soulages.
Rueda fue configurando paulatinamente una vertiente de abstracción sustentada sobre conceptos más líricos. Esta tendencia, que no implica la renuncia al rigor de su investigación formal, se manifiesta igualmente en el cromatismo que Rueda aplica a sus obras, con colores que presentan también la actitud comedida y serena que caracteriza toda su obra. Si bien puede parecer que la gama cromática es limitada, e incluso parca, nos encontramos en realidad ante un empleo del color sutil y lleno de matices.
Entre sus obras de vertiente más monumental y pública, destaca la realización entre 1989 y 1992 de las vidrieras de la nave central de la Catedral de Cuenca, tituladas “De la Tierra al Paraíso”; también, en 1992 ganó el concurso para la realización de las puertas del pabellón de España en la Expo 92 tituladas “Klee en Sevilla I”, “Klee en Sevilla II”, estas obras fueron seleccionadas por El País entre las obras más emblemáticas de los últimos 25 años, y forman parte de la exposición actual. En 1995 fue elegido miembro de la Academia de Bellas Artes de San Fernando de Madrid.
Título del evento: Gerardo Rueda y la tradición moderna
Sede: Museo de Urbanismo de Shangái
Ciudad: Shangái
País: China
Fecha: Inauguración el 26 de enero de 2011
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