El artista español Carlos Irijalba ha sido seleccionado para trabajar durante dos años en la Rijksakademie de Ámsterdam, uno de los más importantes centros de residencia/
© Carlos Irijalba
El trabajo de Carlos Irijalba analiza el modo en que el paradigma occidental recrea un medio abstracto que pierde toda relación excepto para consigo misma. El espectáculo ha dibujado un plano de lo visible para su fácil digestión, transfiriendo la atención hacia una serie de «pseudoacontecimientos». Irijalba trabaja en proyectos como «Twilight» o los recientes «Unwilling spectator» y » High Tides», en esa dirección entre la experiencia relativa de tiempo y territorio y la construcción colectiva de lo real.
«High Tides»
Escribe Irijalba:
«Hay que retroceder unos tres siglos al descubrimiento geológico del tiempo profundo, del propio espesor de nuestro planeta, a finales del siglo XVII, para dar cuenta de un cambio de paradigma, el cambio de perspectiva histórica de 6.000 años a 4.500 millones de años. Aquella brusca ampliación de la historia supuso nuestra confrontación física con la masa del tiempo. Ese descubrimiento del tiempo materia supone el nacimiento de lo relativo, la puesta en relación del ahora, la dimensión y la escala. Esta investigación se centra en el territorio de Urdaibai en el País Vasco, declarado Reserva de la Biosfera en 1984, circunstancia que muestra un corte, un cambio de perspectiva frente a un territorio concreto. Una fina superficie de cambio respecto a la historia, no política ni social, sino geológica, una medida de tiempo donde toda intervención de escala humana se desdibuja y se convierte, por ahora, en superficie.
La experiencia de ese tiempo hecho relieve, pone acotaciones temporales propias de la geología, como el Holoceno , en relación con el Antropoceno , junto a lapsos temporales contemporáneos más próximos a nuestra escala como son los lapsos vitales, estacionales, urbanísticos o políticos. El proyecto se basa en procesos naturales y artificiales para analizar en paralelo estructuras de desarrollo geológicas y sociales. Por ejemplo: cómo un proceso de sedimentación o cristalización mineral puede dar cuerpo visual a procesos de maduración, evolución y cohesión social. O por el contrario: cómo una composición volcánica con sus características formaciones cavernosas y efervescentes de corto desarrollo en el tiempo (cristalización rápida) puede plantear similitudes a nivel formal, por ejemplo, con una revolución.
El título «High Tides» (Pleamares) da cuenta de esa relación entre tiempos, de esa intervención mínima pero constante del ahora, de lo presente y su representación. Lapsos como el ciclo lunar o las mareas, que influyen sobre un medio existente de forma más o menos imperceptible dependiendo de la perspectiva que se tenga sobre aquella circunstancia. «High Tides» supone la relativización de estructuras y procesos de evolución. Los estados de la materia sólida o liquida lo son sólo en parte, o resultan generalizaciones sobre estados más complejos. Lo antropocéntrico en relación con el territorio sufre una falta de perspectiva similar, o lo que Virilio llama ecología gris.
Tanto el corte del Siglo XVII como el de 1984 son muescas en un continuo espacio-tiempo de realidad objetiva, y las connotaciones de los mismos, sean éstas positivas o negativas, dependerán de las lecturas e intervenciones que sobre ellos se hagan. Aquí se maneja la horquilla entre ambos momentos, desde la entrada de un nuevo agente en la dinámica de capas hasta que ese agente, nosotros, tomamos consciencia propia, como estrato y como espacio crítico. La sustancia es lo que es y el accidente lo que acontece. Ya sea el corte de un estrato o la caída de una manzana, el accidente nos da a conocer su sustancia, nos desvela sus cualidades en relación a la línea de tiempo. Algo parecido sucede con nosotros en tanto accidentes, como agentes activos que suponen el comienzo de un estrato con consciencia propia. En Urdaibai se da una posibilidad (que no un hecho) de la acción humana como un agente constructivo, tal vez no aditivo, sino sustractivo o fluctuante como las mareas, pero sobre todo, autoconsciente.
El exotismo es todo aquello que es otro” decía Victor Segalen. Ese otro está simplemente debajo, es lo endótico. La Euskadi tropical está debajo, el lugar donde están nuestros pies es volcán, arrecife y valle submarino al mismo tiempo. Una nueva entrada en esa construcción estratigráfica, la del ahora, contiene precisamente la cualidad de no estar escrita todavía».
«Unwilling spectator»
Respecto a este proyecto, escribe Irijalba:
«Tomar el lugar más habitual de nuestra experiencia cotidiana, digamos la habitación en que uno ha crecido durante 14 años y observar la escasa experiencia que de ella se ha tenido, muestra de manera gráfica lo limitado de nuestro circuito espacial subjetivo: De la puerta a la cama, de la cama al armario, del armario a la mesa… Dicha escasez resulta aún más clara al trasladar este ejercicio al ámbito del espacio público. La experiencia real del Océano Atlántico en un vuelo Madrid-Nueva York es la de una cabina presurizada durante 8 horas, muy lejana de cualquiera connotación inscrita en aquella enorme masa acuática.
En este aspecto, el circuito de conexiones y espacios interurbanos materializan una intencionada carencia o distanciamiento de lo real que convierte en hiperdistantes lugares contiguos. Como la experiencia simultanea de un mismo punto en la autopista, entre un operario barriendo el arcén y otra persona que pasa en automovil a 130 Km/h.
«Unwilling spectator» desglosa estos mecanismos de tiempo y experiencia relativos apoyado en circunstancias como la inercia o la escala. Se trata de la intervención específica en uno de los pequeños bosques inscritos en las circunvalaciones de autopista. Un espacio mil veces circundado por el circuito que lo define pero sin embargo jamás abordado. Una localización cuya experiencia es residual o nula. Durante aproximadamente 15 días se trabajó en la instalación de un reducido bosque de bonsáis dentro de la circunvalación de Laiguangying en el 5th Ring Highway de Beijing. El carácter del bonsái como objeto natural digerido e hiperculturizado desencadena, al encuentro con este entorno y sus connotaciones, cierta sinécdoque perceptiva y real del lugar. En esta conjunción, los tempos radicalmente opuestos de ambos elementos quedan disueltos y su carácter absoluto desactivado hacia una experiencia más relativa.
A través de nuestra presencia y documentación llevada a cabo durante los 10 días y noches siguientes se genera una nueva experiencia de la distancia entre el elemento circunscrito y su anfitrión, imposibles a su vez de experimentar de forma simultánea.
La acción en negativo llevará en adelante al objeto de esta intervención, abandonado a la irrelevancia que el propio lugar le otorga, a la condición de simples arbustos y aquello que sucedió solo en un momento y lugar concretos dejará paso a aquel continuo anterior de realidades excluyentes».
Carlos Irijalba
Carlos Irijalba (Pamplona, 1979) reside actualmente en la Rijksakademie de Amsterdam 2013/14. Se graduó en la Universidad del País Vasco y UDK Berlín en 2004. Galardonado con la Beca Guggenheim Bilbao de fotografia 2003 y la beca de Artes plásticas Marcelino Botín 2007/08 o el premio Purificación García 2009 y Generaciones 2009, entre otros. Ha expuesto recientemente en centros internacionales como el Herzliya Museum de Israel o el LMCC de Nueva York.
Fuente: Carlos Irijalba/ Rijksakademie van beeldende kunsten
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