Equipo Palomar. Por Iván López Munuera.
Buena parte de la producción artística se genera en el debate y en la discusión, en la posición enfrentada y en la habilitación de una arena para la controversia. Y estas peleas pueden darse desde un marco no violento ni taxativo, sino dulce, cariñoso y afectivo. Esto es lo que proponen con su práctica Equipo Palomar, surgido de la unión de dos artistas: Mariokissme y R. Marcos Mota.
Desde su sede de El Palomar, en un ático de Poble Sec (Barcelona), desarrollan proyectos a medio camino entre la práctica curatorial y la producción artística, buscando y subrayando aquellas historias y sujetos obliterados en los discursos o narrativas más comunes, más conocidos o, directamente, excluyentes y hegemónicos. De este modo, la historia de Mario Montez se convierte en el proyecto Mario Montez: It’s Wonderful! (2014) desarrollado con Jesús Alcaide. La estrella de Warhol convertida en el vehículo perfecto para analizar la construcción de identidades en escena, el desarrollo de políticas blandas a través del maquillaje, los peinados o la ropa, así como la reivindicación de todos aquellos que han conformado nuestro día a día pero parece que han sido hoy olvidados.
Lo mismo puede decirse de su proyecto ¿De quién soy yo fan? (2014), desarrollado para Fan Riots. A partir de una canción de Nómadas (Carlos Ordóñez y Xoán Anleo) elaboran una cuidada historia del electroclash en España, habilitando cuestiones sobre las genealogías que conforman la música pop y su recepción por una audiencia amplia. En sus palabras: “El fan que se pregunta la pregunta ¿de quién soy yo fan?, acaba convirtiéndose en el propio artista. Sin embargo, existe y debe de existir la pregunta. La propia contradicción de Nómadas no viene solamente por la ambigüedad que proyecta la propia palabra en sí. No puede haber fan de algo que no existe sin rescatar la metáfora del nomadismo, abriéndose pues un debate al propio territorio de la producción cultural sobre los límites de la propiedad intelectual en la cultura popular”.
Mientras, en Epígrafe (2013), tratan de mostrar esas oposiciones y divergencias cotidianas, estableciendo otras historias marcadas por el día a día y por cierto proceso biográfico, a través de textos y fragmentos de autores como Judith Butler, Antke Engel, Terry Eagleton, Anne Carson o Lie Z. Como ellas mismas explican, sus proyectos tratan de negociar visibilidades alternativas que cuestionen y resignifiquen las jerarquías, el consumo de la cultura, así como el acceso a las diferentes infraestructuras y recursos propios de lo heterodoxo. Ya sea mediante proyectos propios, como Lo más revolucionario es ser casto o tener una vida sexual frustrante (2013) o en colaboración, como Cuando el orgullo grita es que el amor calla, I don\’t believe in You but I believe in love (comisariado por Paola Marugán, 2013), El Palomar es, ante todo, un lugar de visibilidad política, investigación, recuperación, encuentro, exhibición y diálogo. Un reducto de discursos, sujetos y prácticas que tienen dificultades para penetrar en la esfera artística contemporánea oficial.
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Imágenes:
01. El Palomar
02. El Palomar
03. El Palomar
04. El Palomar
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08. El Palomar
09. El Palomar
10. El Palomar
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